viernes, 12 de julio de 2013

Sabiduría divina (tercera parte)

"Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios". (1)



En su política de desprestigio de la sabiduría humana por parte de los profetas y predicadores no podría faltar el recurso de la intimidación del infierno y el soborno del cielo.

Cuando nos hacen tragar la mentira de que el objetivo central de la existencia humana es salvar nuestras almas de las llamas del infierno, los portavoces de Dios nos informan que la razón es un obstáculo para poder lograr esa meta. La exigencia de evidencias y buenas razones por parte del intelecto humano es un impedimento para poder dar lugar a la aceptación de la creencia religiosa. 

La sabiduría humana, según ellos, es algo malo para la vida espiritual, es una peligrosa debilidad que nos asegura la entrada en el infierno. Por eso los que hacen caso omiso a las objeciones y dudas provenientes de la sabiduría de este mundo, son los que ganarán la vida eterna y disfrutaran del tan anhelado  paraíso.


Así el predicador convierte hábilmente la razón en una herramienta de Satanás. Con ello ahoga las posibles dudas que puedan surgir en sus fieles seguidores. Cuando el creyente tenga cierto escepticismo respecto a lo que afirma el profeta, inmediatamente lo atacará el terror y el sentimiento de culpa al creer que se está dejando manipular por el demonio.

Aparece entonces la necesidad urgente de la fe. La fe nos salva de las garras de Satán. Con la fe se hacen añicos los controles que ejerce la razón y se le abre paso a la creencia religiosa. Así atenúa el creyente el terror al infierno y se siente más cercano a las puertas del cielo.

El costo de satanizar el intelecto humano cuando ejerce la duda y la crítica es que el sujeto se autoinhabilita y cree ciegamente en todo aquello que diga el profeta incluso si lo que dice va en contra de la realidad.

La fe sumada con el desprestigio de la razón es la combinación perfecta que permite que las creencias sin evidencias tengan un buen lugar en nuestras cabezas, allí se atornillan a tal punto que es imposible su abandono.

Referencias 
(1)  1 Corintios 1: 18

sábado, 1 de junio de 2013

Sabiduría divina (segunda parte)


¿Alguna vez en una discusión han escuchado las siguientes palabras?

Sabiduría de éste mundo, sabios según la carne, sabiduría humana. Son el tipo de palabras que expresan la valoración negativa hacia la razón humana por parte de algunos creyentes. 





El respeto de lo divino se alimenta del desprecio a lo humano. Ese respeto otorga poder y privilegios: el profeta no justifica sus afirmaciones, está exento de ese deber. Lo que dice el profeta es verdad porque Dios así lo dice. El resto de simples mortales debemos aceptar lo que afirma sin objeción alguna.  Exigir justificación es arrogancia, es blasfemar, es un acto de insubordinación.

Convencer al hombre de envilecerse lo más posible es una de las estrategias utilizadas por el profeta. Entre más te arrastres, cuanto más inferior te sientas mejor hombre te considerará el Señor. Por supuesto no podría ser más conveniente para el líder espiritual que el sentimiento de inferioridad se ejerza sobre nuestras facultades intelectuales. La humildad la convierten en sinónimo de sumisión de la razón. En ese orden de ideas, un hombre virtuosos silencia sus facultades intelectuales y siente vergüenza de ellas cuando se insubordinan al discurso profético. En su lógica entre más derechos y poder entregues más aprobación obtendrás de Dios.

La política de desprecio de nuestras facultades intelectuales es crucial para la dinámica de adoctrinamiento religioso; el individuo pierde confianza en si mismo y tal desconfianza permite que se entregue completamente a las ordenes del sacerdote o líder espiritual.  Se crean así las condiciones adecuadas para que el sujeto se someta. Te sacan los ojos y luego te ofrecen un costoso y pésimo servicio de lazarillo.


Esto plantea un escenario de sometimiento intelectual lamentable: en una relación entre iguales todos tienen el deber y el derecho de dar y exigir razones, no hay afirmaciones privilegiadas. En una relación de jerarquías no se dan ni se exigen razones, solo hay hombres que ordenan y otros que obedecen ciegamente.   

martes, 21 de mayo de 2013

Sabiduría divina (primera parte)




Cuando las facultades intelectuales se convirtieron en un obstáculo para algunas creencias, se hace necesario emplear una política de desprestigio hacia ellas. De ésta política se derivan una variedad de ideas religiosas que desempeñan un papel relevante en la valoración negativa del conocimiento. A continuación algunas de ellas: 

A) Existe un Ser que posee todo el conocimiento posible, es decir, existe un Ser que tiene conocimiento sobre la verdad. 

B) El hombre por sí solo es  incapaz de diferenciar lo verdadero de lo falso, lo bueno de lo malo. 

C) Al ser incapaz de reconocer la verdad por su propia cuenta, el hombre necesita a Dios para que se la comunique. Y entonces surge la noción de revelación divina.

D) La manera más efectiva que encontró ese Dios para comunicar la verdad a los hombres fue por medio de los profetas, ellos transmitirían esa verdad. Lo que significaría que sólo unos pocos gozarían del privilegio de escuchar directamente la voz de Dios. La gran mayoría de mortales deberíamos conformarnos con lo que supuestamente escuchaban los profetas.


El hombre convencido de su incapacidad para acceder a la verdad, no tendría más opción que someterse a las afirmaciones del profeta. Ya no podría creer en sus facultades intelectuales, la desconfianza y el desprecio por sí mismo ya habían hecho efecto gracias al mensaje divino.

Así las cosas, se crea la falsa oposición entre conocimiento humano y conocimiento divino, haciendo lugar a la valoración en términos positivos de todo aquello que proviene de una supuesta fuente divina y una valoración negativa de todo aquello que proviene de fuentes humanas.

La sabiduría que es producto del esfuerzo humano es sinónimo de sabiduría pecaminosa, vana y despreciable. Por el contrario la sabiduría profética, que es producto de la supuesta iluminación divina  es lo inobjetable, lo infalible y lo que por obligación todos debemos creer.


La valoración de la sabiduría divina como algo superior a la sabiduría humana establece una relación de inferioridad entre el resto de simples mortales con aquel santo intermediario de Dios.

La superioridad otorgada a la sabiduría divina genera desprecio por las facultades intelectuales humanas, lo que le da al profeta el “privilegio” que tanto anhelaba: el de no tener que aportar buenas razones y evidencias para sustentar sus afirmaciones. Con el solo hecho de que el profeta  agregara al final o al inicio de su discurso “esto dice el Señor”, milagrosamente su discurso quedaría exento de revisión crítica.

Cualquier objeción al sacerdote sería vista como la palabra de un hombre contra la palabra de Dios. Pero en realidad, es la palabra de un hombre contra la de otro hombre. La superioridad que supuestamente le otorgan a Dios se la están dando de hecho a hombres comunes y corrientes. Y lo que es más grave, a hombres que hacen afirmaciones que carecen de buenas razones y evidencias.

lunes, 1 de abril de 2013

Bienaventurados los que no creyeron


Por supuesto hay quienes afirman lo contrario

 “... bienaventurados los que no vieron, y creyeron.” (1)

A continuación un ejemplo que señala como algunos creyentes hacen uso de lo que denominan el discernir espiritual, que es el tratamiento especial que le dan a sus creencias cuando éstas chocan con la realidad.



Un grupo de 150 sujetos afirman que Dios busca castigar el comportamiento pecaminoso de la humanidad dándole fin al universo. Basados en sus textos sagrados e informantes sobrenaturales concluyen que la fecha de la destrucción es X. Según estos individuos la única manera de salvarnos de la aniquilación divina es uniéndonos a su secta; esto nos garantizará un viaje  directo al paraíso, al nuevo mundo en el que no habrá más sufrimiento ni pecado, únicamente felicidad eterna. Curiosamente la unión a la secta implica: vender nuestras posesiones materiales y la entrega total de los bienes económicos al líder espiritual.

La secta recluida  en un lugar especial, espera la llegada del fin del mundo con canticos religiosos y oraciones. Llega la tan esperada fecha X y resulta que no ocurre absolutamente nada.

Al interrogar a uno de los integrantes de la secta sobre el por qué de la errónea predicción, éste afirmo que de ninguna manera estaban equivocados “Dios en su infinita compasión al ver nuestra fe, sacrificio y devoción espiritual tuvo compasión del universo y pospuso la fecha del exterminio. Este acto de misericordia no hay que entenderlo con la mente sino con la guía del Espíritu

“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para el son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.” (2) 

Después de unos días se notifico a las autoridades la desaparición del líder espiritual, no había rastro alguno de él. Al parecer fue al único ser humano que Dios decidió llevarse al  paraíso, incluyendo  por supuesto todos los fondos económicos de la secta.




Muchas veces me han aconsejado comprender las creencias religiosas no desde una perspectiva racional sino desde una perspectiva espiritual. En su opinión son creencias que deben ser miradas de una forma diferente, según ellos, es un error evaluarlas desde la  razón. Son sagradas y forman parte de una dimensión sobrenatural, una dimensión especial que curiosamente hace que la razón sea una herramienta inadecuada para la revisión de éstas creencias.

Por mi falta de tacto con sus creencias, me acusen de estar muerto espiritualmente.  Me dicen: “la razón humana no permite que escuches la voz de Dios”. Está claro, sensibilidad espiritual es insensibilidad con las razones y evidencias en contra. Discernir las cosas espiritualmente no es otra cosa que una actitud acrítica e irreflexiva con nuestras creencias. Es la actitud que obliga a la voluntad a creer a pesar de las incoherencias y evidencias en contra. Por eso, prefiero el amargo, frio  y arduo camino de la exigencia de buenas razones y evidencias a la comodidad del discernir espiritual. Afortunadamente estoy muerto espiritualmente…

Referencias

(1) San Juan 20: 29
(2) 1 Corintios 2: 14

sábado, 16 de marzo de 2013

La credulidad debilita el intelecto.


Hay una consecuencia negativa de la que generalmente no se habla cuando se refieren al exceso de creencia, esto es, cuando se cree sin restricción alguna, (cuando creemos basados en evidencia insuficiente o cuando creemos en contra de la evidencia). La credulidad debilita nuestro intelecto.



Al aceptar creencias gratuitamente facilitamos nuestra aceptación de creencias falsas. Pasando por alto algunas creencias sin soporte probatorio, debilitamos el filtro de control  y aumentamos la probabilidad de que más creencias falsas sean aceptadas de la misma forma. Desaparece la diferenciación necesaria entre aquellas creencias que están basadas en evidencias de aquellas que no lo están. 


Lo que nos impulsa a exigir evidencias a los demás y nos hace ser críticos con nuestras propias creencias es sofocado por la comodidad del autoengaño y el engaño reciproco. Tú no me exiges evidencia yo no te exijo evidencias. Tú no me incomodas yo no te incómodo. 


Se disminuye nuestra capacidad para regular nuestra confianza. Nos habituamos a confiar en situaciones en las que normalmente no lo haríamos. La confianza que otorgamos a nuestras creencias se fortalecerá incluso cuando es momento de abandonar la creencia, inhabilitando también nuestra capacidad para reconocer errores y evitar volver a caer en ellos.

sábado, 2 de marzo de 2013

Obstáculo epistémico y supervivencia



Desde el punto de vista de la supervivencia es posible comprender porque es más fácil creer que dudar. Cuando pequeños somos propensos a creer lo que nos dicen los adultos. Nuestra mente en esta etapa puede absorber con facilidad las experiencias, ideas y creencias que ellos nos enseñan. Éstas se adquieren la mayoría de las veces  de una manera ágil, sin ninguna clase de duda que las obstaculice y algunas de ellas se suelen  arraigar a tal punto que cuando somos adultos es difícil deshacernos de ellas.

  
Estas características tienen origen en etapas evolutivas pasadas. Para poder sobrevivir se requería de una mente que no se resistiera a ser moldeada; las recomendaciones de un adulto a su hijo como por ejemplo: no juegues con fuego, no te acerques al precipicio, ten cuidado con los leones; deberían ser obedecidas sin ser cuestionadas. La ausencia de habilidades críticas aquí es una ventaja en términos de tiempo, energía y conservación de la vida.  Si el niño dudara y se pusiera en la tarea de comprobar la verdad de cada recomendación muy seguramente no sobreviviría. Aceptar o cuestionar la autoridad del adulto, obedecer o desobedecer desde el punto de vista de la supervivencia haría mucha diferencia.


No obstante, tales características pueden convertirse en un caldo de cultivo para creencias erróneas, ya que se carece de las habilidades que nos ayudan a diferenciar las creencias que están apoyadas en buenas razones y evidencias de aquellas que no lo están. 


Lo que en unos contextos puede ser una ventaja en otros  puede convertirse en una desventaja. Desventaja que conoce muy bien el clero como  profesionales en el lavado de cerebro. Para ellos es de vital importancia  las condiciones que favorecen la aceptación acrítica de creencias e incluso buscan promoverlas y acentuarlas en la adultez como si fueran virtudes.


 “De cierto os digo: que el que no recibe el reino de Dios como un niño, no estará en él”.  (1) 

“…Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños”. (2)  
    
Aquí la referencia a los niños no se hace precisamente por su pureza o ternura. Se hace referencia a ellos por la ausencia de habilidades críticas y escépticas, por su docilidad; no hay obstáculo alguno para el adoctrinamiento.

Uno de los aspectos que llaman la atención cuando estas características persisten en la adultez es el papel pasivo del individuo en relación a la búsqueda de la verdad. Por temor o comodidad el individuo renuncia a ser un elemento activo en el proceso de consecución de conocimiento.


El delegar en una autoridad todo lo que creemos es problemático sobre todo si esa autoridad se convierte en algo incuestionable. Lo que genera una relación insana con esa autoridad: la falta de vigilancia crítica con aquellos a quienes se les otorga ese papel nos hace más susceptibles a creer cosas falsas  y nos puede exponer a consecuencias perjudiciales tanto para uno mismo como para los demás -- lo que es paradójico hablando en términos de supervivencia--. Una posición mucho más activa de los individuos es vital sobre todo en escenarios en los que tiene lugar la manipulación informativa, donde la desinformación favorece ciertos cursos  de acción que contribuyen a los intereses de unos pocos.


Hay que admitir que nuestras capacidades cognitivas son limitadas y no lo podemos saber todo sobre todo; sin embargo esto no es una razón suficiente para no tener ninguna restricción a lo que creemos. Cuando se abre lugar al escrutinio público de nuestras creencias, cuando dejamos espacio para la autocrítica y la crítica reciproca es posible compensar nuestras debilidades cognitivas. Cosa contraria a promover el respeto gratuito a creencias sin evidencia.

Referencias 

(1) Lucas: 18; 17
(2) Lucas: 10; 21

viernes, 8 de febrero de 2013

El odio y la admiración como obstáculo epistemológico

Sí un sujeto tiene como uno de sus objetivos evitar tener creencias falsas y procurar acercarse a la verdad; debe actuar de tal forma que pueda aumentar la probabilidad de alcanzar esos objetivos.  Así como hay acciones que contribuyen a lograr ciertos objetivos también hay acciones que lo impiden. A las acciones que hacen difícil la obtención del conocimiento denominémoslas obstáculos epistemológicos: son acciones colectivas e individuales, conscientes e inconscientes que hacen menos fácil nuestro camino hacia la verdad. En seguida un ejemplo más de obstáculo epistémico.
Los sentimientos que nos generan las personas, algunas veces pueden ser un problema para juzgar ciertas afirmaciones con objetividad.  Sentimientos de admiración, de odio o de temor pueden influir de manera considerable a la hora de evaluar la opinión de alguien.  

Una persona a la cual no tenemos en muy buena estima puede estar en lo correcto cuando da su opinión, pero nuestros sentimientos negativos hacia ella pueden ser tan fuertes que imposibiliten el prestarle la debida atención y por ello privarnos de aceptar una opinión correcta. También se da lo contrario, si tenemos a una persona en muy alta estima, en algunos casos esto puede ser un inconveniente para la verdad. Una persona que nos genera admiración se puede equivocar en lo que dice y los sentimientos de aprecio que tenemos hacia ella pueden oscurecer tales errores y hacer que le creamos ciegamente.

Si Satanás afirma que 2 + 2 = 4,  su afirmación es verdadera aún cuando Satanás nos genere los peores sentimientos. Si Jesucristo afirma que 3 + 2 = 6, por más que lo diga Jesucristo o la madre Teresa de Calcuta debemos aceptar que su afirmación es falsa.
Por ello mesclar los sentimientos que tenemos hacia alguien a la hora de evaluar sus afirmaciones es un obstáculo epistémico en relación a nuestro objetivo de evitar el error y procurar tener creencias lo más cercanas a la verdad. Sentimientos de admiración pueden hacernos aceptar creencias falsas y sentimientos de odió pueden evitar que tengamos creencias correctas. Debemos sopesar qué razones o evidencias apoyan la afirmación, no centrarnos exclusivamente en la persona que hace la afirmación. Las afirmaciones son verdaderas o falsas independientemente de quien las diga.

viernes, 25 de enero de 2013

Anécdota epistémica



En un supermercado las cámaras de vigilancia capturaron una imagen oscura con forma humana, era una sombra parecida a un hombre pequeño. En el vídeo se observa a la imagen oscura moviéndose erráticamente y luego de manera repentina desaparece por uno de los pasillos del supermercado. Los dueños del lugar asombrados afirmaban que la sombra era un duende que había visitado su local. Ante la popularidad del vídeo expertos se interesaron en examinarlo, los resultados determinaron que lo que aparecía en el vídeo era en realidad una mosca que se había posado en el lente de la cámara. Cuando se hace el acercamiento de la imagen se ven claramente algunas patas, las alas y la cabeza del insecto. Los analistas llevaron los resultados de la investigación a las personas que afirmaban que la imagen del vídeo era un duende. Al enseñarles las imágenes y al explicarles el efecto visual del insecto en el foco de la cámara, los dueños del local se mostraron escépticos afirmando de manera persistente que la mancha oscura del vídeo era un espectacular duende y no una simple mosca. 


Este escenario refleja algunos de los errores que se suelen cometer en situaciones de credulidad. El primer error: la manera como estos individuos se apresuran a creer que la imagen es un duende, cuando lo más correcto habría sido que por lo menos suspendieran el juicio y se abstuvieran de creer; podrían haber afirmado que es difícil saber qué es lo que aparece en el vídeo ya que la imagen de hecho no era lo suficientemente clara. Pero al contrario, lo primero que hacen es afirmar que es un duende como si no existiera ninguna duda al respecto. Estos individuos creyeron algo basados en evidencia insuficiente. 


Segundo error: los sujetos nunca dudaron del asunto, se supone que entre más extraordinaria es la afirmación más sospechas debería generar entre los individuos, pero sucede todo lo contrario: ante la ambigua pero sorprendente imagen ocurre una aceptación irreflexiva. Lo asombroso que resulta una sombra oscura con movimiento propio asociada a un ser mágico les precipita a la creencia, a tal extremo que les hace inferir una tontería: que la explicación más probable es que un duende mágico visito de manera exclusiva su tienda y no que una mosca pueda posarse un momento en el lente de una de sus cámaras. La realidad al revés. 


Sin embargo concedámosles un poco a estos sujetos, uno puede comprender el error, muchas veces hemos sido victimas de nuestra percepción visual y creemos ver cosas que de hecho no son. Es fácil confundir una silueta oscura con la forma de un ser humano diminuto. Pero aún concediendo esto la situación no deja de tornase más difícil, tercer error: que al presentarles evidencia que demuestra que lo que creen es erróneo persistan en creer lo mismo. En lugar de abandonar la creencia sucede que se aferran mucho más a ella. Aquí el resbalón es más grave ya que no sólo se cree basados en información insuficiente sino que se cree en contra de lo que la evidencia dicta. 

Al tener plena conciencia de que la creencia que sostenemos es falsa es usual que voluntariamente tomemos el camino del sutil autoengaño, por ejemplo: se podría asociar la evidencia negativa a un plan de conspiración en el que alguien con oscuros intereses desea ocultar la verdad sobre la existencia de duendes. Lo anterior es una forma efectiva de quitarle fuerza a la evidencia en contra, lo que hace que sea más tolerable creer lo que va en contra de la verdad. Con todo, resistirnos a la evidencia no es otra cosa que darle la espalda a la verdad y preferir el engaño.


Por otro lado también sorprende que estos individuos sean más escépticos con los analistas y evidencias que les presentan que con su propia creencia de que un duende visito su autoservicio, lo que nos lleva al cuarto error: la tendencia a ser más rigurosos, exigentes con aquellas creencias que son opuestas a las nuestras y a ser más flexibles con aquellas creencias que refuerzan nuestras concepciones. Esa manera de ejercer nuestras habilidades escépticas da la falsa sensación de que somos cuidosos con lo que creemos cuando de hecho estamos frente a un caso grave de autoengaño. Una actitud escéptica ejercida correctamente no tiene preferencias. Debemos ser críticos de igual forma tanto de las ideas sospechosas de aquellos que tienen opiniones iguales a nosotros como de las ideas dudosas de aquellos que opinan distinto a nosotros.  

Lo anterior es una pequeña muestra de cómo nuestra relación con la verdad no es la más fácil ni la mejor sin embargo, no estamos condenados al engaño y afortunadamente hemos encontrado formas de mejorar nuestra situación epistémica y aunque no somos inmunes a esta clase de errores podemos mejorar nuestras posibilidades de apuntar y acercarnos al blanco. En próximas publicaciones intentare ampliar un poco más sobre este tema de los obstáculos epistémicos.



viernes, 7 de diciembre de 2012

Eutanasia igualdad y libertad


Quienes están en contra de la eutanasia y se autodenominan protectores de la vida afirman que el Estado está en la obligación de proteger la vida humana desde la fecundación hasta la muerte natural y no por el contrario promover leyes que atenten contra ese sagrado derecho.
Por otro lado arguyen que no se puede imponer una ley a la que se oponen la gran mayoría de los colombianos, es antidemocrático desconocer el deseo popular. Unos pocos no pueden convertir en norma algo contra lo que la gran mayoría está en desacuerdo.

 
Frente a lo anterior debo expresar lo siguiente: efectivamente  el Estado debe proteger la vida, no obstante en asuntos que le conciernen exclusivamente al individuo éste tiene el derecho a decidir hasta donde permite esa protección. En situaciones en las que una enfermedad terminal genera sufrimiento insoportable, putrefacción; donde las cosas más básicas como comer, asearse, ir al baño dependen del auxilio de otras personas no es algo que haga deseable la conservación de la vida. Buscar preservar la vida pierde sentido para algunos individuos sobre todo cuando vivir significa por decirlo de algún modo estar condenado a soportar por mucho tiempo una situación indigna y una lenta y dolorosa agonía. Cuando la vida se convierte en una carga insoportable esa protección del Estado se convierte más en un mal que en un bien para el sujeto, por ello el individuo está en su derecho de restringir esa protección respecto a su propia vida.
Ahora bien, el Estado no sólo debe procurar proteger la vida también debe garantizar la igualdad y libertad de los individuos. Cuando se niega a los individuos la posibilidad de practicarse la eutanasia no se perjudica al individuo únicamente con una larga y tortuosa agonía sino que se vulneran sus derechos a la igualdad y a la libertad.

¿Igualdad entre individuos?

Al prohibirse la eutanasia se vulnera el derecho a la igualdad porque se privilegian ciertas valoraciones religiosas particulares. Aquellos que se oponen a la eutanasia suelen afirmar que dejan sus convicciones religiosas aún lado y que su único interés es la defensa de la vida. Sin embargo los argumentos que suelen utilizar no dejan de tener cierta carga religiosa: “La vida es sagrada, el hombre no puede decidir sobre su vida porque eso es algo inmoral, es la naturaleza la que debe decidir etc…”
Pero es que ya es costumbre que nos metan de contrabando valoraciones religiosas particulares, haciéndolas pasar como argumentos validos que son neutros en términos religiosos.  Ya no hablan de una entidad metafísica “Dios es soberano sobre la vida” ahora hablan de “el gran orden natural como aquel que tiene soberanía sobre la vida y no el hombre”. Pero en resumen su argumentación oculta la valoración religiosa a saber: que sólo Dios puede decidir sobre la vida y la muerte al ser nuestro creador, que si el hombre decide quitarse la vida está invadiendo los designios divinos. Al prohibir la eutanasia basados en esas valoraciones se está privilegiando una valoración religiosa de la vida y la muerte sobre otro tipo de valoraciones.

 
El Estado debe proteger los individuos que no tienen creencias religiosas como aquellos que las tienen. Se debilita esa protección cuando se privilegia  una valoración religiosa en particular. Cuando se buscan que unas creencias religiosas particulares se conviertan en obligación incluso para los que no las comparten se obstaculiza otras posibles valoraciones de la vida y la muerte, valoraciones a las que el individuo también tiene derecho.
Además la imposición de cómo asumir la vida y la muerte es algo que no se puede imponer desde el Estado, esto es una cuestión privada en la que cada quien tiene derecho hacer su propia valoración. Pero es que como se sabe las religiones ejercen el poder buscando tener control sobre cada aspecto íntimo de los individuos, y al parecer quieren que el Estado actué de igual forma. Funcionarios y políticos que parecen más sacerdotes reprimidos que funcionarios públicos ocultan un interés: basados en una supuesta buena causa “la defensa de la vida” buscan el ejercicio abusivo de un poder al cual no tienen derecho, creen poder tomar decisiones en terreno privado donde sólo el individuo tiene exclusivo derecho.

¿Libertad? 

También se esta vulnerando  la libertad de los individuos. Cuando el Estado privilegia ciertas creencias y valoraciones religiosas afecta la autonomía del individuo de manera negativa. En el caso de la eutanasia el individuo que no comparte las mismas creencias religiosas se ve obligado a hacer algo que va en contra de su voluntad.
Así como el creyente tiene derecho a vivir su vida de acuerdo a sus creencias el ateo tiene igual derecho a vivir su vida de acuerdo sus convicciones. Cuando por medio del Estado se imponen las creencias religiosas de  la mayoría se debilita la protección que se debe promover a las libertades de las minorías. La realización de un proyecto de vida no puede ser a costa de la negación de otros proyectos de vida; el Estado está obligado a mantener un equilibrio para que diversos proyectos de vida tengan lugar. Con todo, los individuos tienen derecho a vivir y morir de acuerdo a sus creencias siempre y cuando esas creencias no pongan en peligro los derechos individuales de los demás.
 

Sin embargo éste equilibrio esta muy lejos de ser realidad: cuando se prohíbe la eutanasia la visión del creyente es impuesta al no creyente. Éste estará obligado a sufrir indefinidamente cuando no quiere hacerlo. Está obligado a morir de acuerdo a las creencias y valoraciones del religioso. Por el contrario que la eutanasia se legalice no significa que entonces se convertirá en algo obligatorio: el creyente podrá seguir asumiendo la muerte tal como le dicten sus creencias. La eutanasia es un procedimiento que sólo afecta a quién lo desea. Los médicos pueden abstenerse de practicar la eutanasia si sus creencias se lo prohíben. También las personas religiosas que padecen enfermedades terminales extremadamente dolorosas son libres de no ejercer su derecho al procedimiento.

Por ello, no se puede hablar de imposición al despenalizar la muerte asistida ya que el creyente seguirá viviendo  su proyecto de vida de acuerdo a sus convicciones. Los creyentes podrán seguir viviendo su muerte como lo considere sus consciencias. Seguirán valorando como virtuosos a aquellos individuos que son capaces de soportar una larga y dolorosa agonía basados en sus conceptos de expiación y purificación. Pero así mismo los individuos que no compartimos ese tipo de valoraciones tenemos derecho a vivir de acuerdo a nuestras creencias y valoraciones como que vivir no tiene sentido si la vida se convierte en una larga y dolorosa agonía, que morir es un mal menor frente al hecho de soportar una tortura innecesaria. No se nos puede obligar a valorar una enfermedad terminal como un proceso de purificación por el cual estoy obligado a pasar. No se nos puede obligar a vivir  una muerte tortuosa porque otros la valoran como algo virtuoso.
El día 6 de diciembre del 2012 el presidente del Congreso de Colombia Roy Barreras anunció el aplazamiento del debate de la Eutanasia por pedido de algunos representantes de la iglesia católica. Según él para darle más profundidad al debate la eutanasia es un tema que toca las diferencias entre la vida y la muerte, es un tema que no puede debatirse o aprobarse a la ligera, requiere mucho más debate, más profundidad en el análisis, más foros académicos y más voces, como la de la iglesia católica”. Al parecer 15 años no han sido suficientes para ello. Ésta es otra argucia más para dilatar la posibilidad de que la práctica de la eutanasia se reglamente.  El debate se abrirá de nuevo en el Congreso en marzo del 2013. (1)

Notas

(1). Aplazan debate de la eutanasia por petisión de la iglesia

viernes, 16 de noviembre de 2012

Eutanasia y nazismo


 
Algunos creyentes intentan asociar la eutanasia al nazismo afirmando que su política de exterminio es muy similar. Los nazis se creían con el derecho a quitar la vida de otros por las características que supuestamente los identificaban como seres inferiores. Dentro de las muchas características incluían: sus opiniones opuestas al régimen, sus rasgos físicos, su herencia étnica, y personas con problemas de salud.
Según algunos creyentes la eutanasia es similar al nazismo porque es una práctica en la que unos seres humanos se creen con el derecho de quitar la vida a otros que no gozan de buena salud.  Buscar quitar la vida de algunos seres humanos porque padecen graves problemas de salud es para ellos inmoral. Una persona tiene derecho a la vida aunque no cumpla con determinados requisitos de salud que exige una minoría. Para ellos esto no es más que discriminación.
 

Mi respuesta a este “argumento” es la siguiente: comparar la eutanasia con el exterminio nazi es una jugada retorica sucia y falsa. Mientras el exterminio nazi ocurrió en contra de la voluntad de las victimas; la eutanasia no se practicará sin el consentimiento de la persona. Mientras los nazis asesinaron personas saludables con toda una vida por delante, los sujetos que desean que voluntariamente se les practique la eutanasia son sujetos que padecen una enfermedad que les asegura una muerte larga y dolorosa. Cuando el objetivo del exterminio nazi fue el fin de la vida por la intolerancia, el odio político y la discriminación étnica; el objetivo de la eutanasia es la solidaridad con el individuo que padece una enfermedad terminal con dolor intenso. Por lo tanto la comparación es completamente incorrecta y falta a la verdad. El gran crimen nazi entra en contradicción con el fin de la eutanasia que es la solidaridad con el dolor y el  respeto por la voluntad del individuo. El genocidio nazi nunca tuvo un objetivo solidario ni respeto por la voluntad de sus victimas.

viernes, 9 de noviembre de 2012

La vida es propiedad de Dios




Según algunos creyentes sólo Dios puede decidir sobre la vida. Así como no decidimos cuando nacer tampoco debemos decidir cuando dejar de existir. Nacemos gracias a la voluntad de Dios y debemos morir de acuerdo a su voluntad. Por lo tanto, Dios es el supuesto dueño soberano de las vidas humanas al ser su creador.

Cuando se afirma que únicamente Dios puede decidir sobre la vida, hay implícita una valoración: si la muerte de alguien es producto de las fuerzas ciegas de la naturaleza es visto como algo bueno; por el contrario si una muerte es producto de una decisión voluntaria es vista como algo malo. Una muerte deliberada es antinatural porque supone cambiar el curso de la naturaleza y los designios divinos. Sin embargo la realidad es otra, el ser humano decide sobre la vida y la muerte a cada momento. Hay casos límite en los que disponer de la propia vida y disponer de la vida de otros es legitimo.


Estamos en un  edificio de gran altura, nuestro piso está en llamas, no hay manera de salir del lugar, los rescatistas y bomberos tienen grandes dificultades para llegar al sitio y apagar el fuego con rapidez. El calor, el humo son insoportables y aumentan cada vez más. Sabemos con certeza que moriremos a causa del fuego. Entonces decidimos saltar del edificio ante la idea insoportable de una muerte dolorosa bajo los efectos del fuego. ¿Es ésta una acción inmoral? ¿Respetaría más la vida si muero a causa de las llamas? ¿Es más natural que muera rostizado por las llamas que si muero por el impacto con el pavimento? ¿Despreciaremos ahora todos la vida por el ejemplo que nos da éste individuo?

¡No! Es un caso que hace parte del conjunto de excepciones. Ante una muerte inminente y supremamente dolorosa el sujeto está en su derecho de tomar la decisión de lanzarse del edificio o de morir de manera lenta y dolorosa por el fuego. Su decisión no se da por un frívolo problema de amor o por la derrota  del  equipo de fútbol favorito o por encontrarse con un número indeterminado de hermosas vírgenes en el paraíso. Es un sujeto obligado por las circunstancias; él no decidió voluntariamente ponerse en una situación tan dramática como esa, pero las circunstancias lo obligan a tomar una decisión frente a su muerte.


Otro argumento que se puede esgrimir es que el ser humano es dueño de su vida porque es responsable de su supervivencia. Para poder sobrevivir se necesitan dentro de muchas otras cosas del esfuerzo humano. Por supuesto  que muchas veces el esfuerzo humano se muestra insuficiente; pero sin embargo sin ese esfuerzo, sin la voluntad de vivir no sería posible que el ser humano existiera. El hecho de que el ser humano sobreviva depende en parte de su esfuerzo. El hombre es responsable de su conservación.  Para poder vivir se requieren de un conjunto de acciones que dependen de su  voluntad y esfuerzo, la inacción nos condenaría a una segura extinción.

En ese orden de ideas es posible afirmar que abstenernos de actuar sería inmoral cuando está en nuestras manos el cambiar el resultado final de los hechos. Esfuerzos por conservar la vida, esfuerzos para proteger a otros de asesinos, terroristas, violadores. Estas circunstancias son una muestra del hombre decidiendo respecto a la vida al ser responsable de su supervivencia.

Hay muchas profesiones casi suicidas que exponen la vida a situaciones de alto riesgo ¿Las consideraremos inmorales? Un hombre decide sobre su propia vida cuando se en lista en el ejército o en otra profesión de alto riesgo: está dispuesto a dar su vida para ayudar a otros y es esto lo que muchas veces sucede: rescatistas, bomberos, policías, hombres antiexplosivos, militares mueren a diario intentando salvar vidas. 


Siguiendo con la profesión militar, en situaciones excepcionales se debe decidir sobre la vida de otros. En una situación de secuestro por parte de  terroristas radicales que buscan atentar contra la vida de civiles; es un ejemplo claro en donde el hombre se ve obligado a decidir sobre la vida y la muerte de otros. ¿Un militar que debe dar de baja a un terrorista que está disparando contra civiles inocentes es un hombre inmoral?

Pero el hecho es que aquí no aparece precisamente el ejército celestial reclamando su derecho exclusivo sobre las vidas humanas y protegiendo a las victimas. Es el ejército terrenal el que arriesgando vidas humanas busca salvar otras en operaciones militares. Aquí el hombre no deja a la suerte la vida de los demás, no dejamos a Dios esas decisiones, no afirmamos “que sea lo que Dios quiera, que pase lo que tenga que pasar” Aquí el hombre decide y actúa legítimamente.

El acto de atentar contra la vida de otro es una acción prohibida y sancionable socialmente, sin embargo en el caso del militar que le da muerte al terrorista lo valoramos de manera diferente; es una situación en la cual se exime del castigo usual porque es una situación excepcional donde el hombre se ve obligado a tomar la vida de otro en protección de los demás.


En estos y en muchos otros casos más ¿Dónde está el soberano de la vida?  ¿Qué no haría un Dios omnipotente y todo bondad que supuestamente considera que la vida humana es algo sagrado de gran valor sobre lo que tiene derechos exclusivos? Pero resulta que es el ser humano el que tiene que entrometerse en sus designios sobre la vida humana, arriesga vidas e interviene para ayudar. Por lo tanto en algunas situaciones los individuos tienen derecho a disponer de su vida y de la de otros legítimamente. 

viernes, 2 de noviembre de 2012

La eutanasia y la cultura de la muerte


En Colombia el Congreso de la República aprobó en un primer debate el proyecto de reglamentación de la eutanasia, iniciativa de ley propuesta por el senador  del partido de ‘la U’ Armando Benedetti. La Comisión Primera del Senado aprobó éste proyecto con 10 votos a favor y 4 en contra.  Con ésta propuesta de ley se intenta cumplir la Sentencia 239 de 1997 de la Corte Constitucional que despenaliza la eutanasia o el homicidio por piedad con el consentimiento del individuo. En ésta Sentencia la Corte Constitucional pidió al Congreso la reglamentación de la eutanasia. En estos 15 años se han presentado 3 proyectos para hacerlo, sin embargo todos han sido archivados. Para que éste proyecto se convierta en ley debe pasar por tres debates más.
Si se aprueba el proyecto de ley, la eutanasia se practicaría sólo a individuos mayores de 18 años que padecen enfermedades graves que son incurables y que causen dolor insoportable.  El procedimiento deberá ser producto de una decisión libre y acordada con el médico que trate su enfermedad.
También en éste proyecto de ley se crea la figura de petición de eutanasia que deberá ser elaborada cinco años antes de que el paciente pierda la capacidad de expresar su voluntad; será un documento que estará registrado por un notario, donde el paciente expresará su voluntad de darle fin a su vida. Tal documento será evaluado por un comité médico.  



El debate sobre el tema de la eutanasia se abre de nuevo y por supuesto los sectores religiosos y conservadores de mí  país sentaron su voz de protesta. A continuación presentaré algunas de las afirmaciones de moda que suelen usar para defender su posición en contra de la eutanasia:
A. No se puede legislar a favor de la muerte, ésta no puede ser convertida en un derecho. No podemos dejar que los antivalores se impongan. No podemos permitir que la cultura de la muerte y el desprecio por la vida se apoderen del país.
B. Dios es el único ser que puede decidir sobre la vida y no el hombre. No podemos disponer de la vida de otro, ni tampoco podemos atentar contra nuestra propia vida. No podemos hacer lo que queramos con la vida, ya que ésta es sagrada.
Respecto al punto A: es curioso que algunos creyentes nos acusen de ser promotores de la cultura de la muerte. ¿Somos acaso nosotros los obsesionados con el más allá? ¿Somos nosotros los que infundimos terror sobre la muerte predicando sobre el infierno y el paraíso? ¿Somos nosotros los obsesionados con el apocalipsis o fin del universo? ¿Somos nosotros los que le quitamos el valor a la vida inventándonos el más allá, el alma, el espíritu, y los seres sobrenaturales? ¿Es acaso nuestro símbolo insignia un hombre ensangrentado agonizando en una cruz? ¿Hacemos de las enfermedades el medio para el castigo divino y la fuente de purificación para el alma?
Los verdaderos promotores de la cultura de la muerte son otros. Infundiendo  los valores del desprecio del más acá con las mentiras del más allá, como cuando se obliga a otros a morir lenta y dolorosamente porque para ellos  una muerte tortuosa es algo virtuoso o cuando obstaculizan los intentos de legislar a favor de la muerte digna poniendo a los ciudadanos a disputar sobre los derechos de propiedad que tiene un ser imaginario sobre las vidas humanas.
En relación a B es un punto complejo ya que implica varios conceptos  discutibles, sin embargo por ahora veamos una de las consecuencias que supone afirmar que Dios es el único ser que puede decidir sobre la vida: la idea de que las vidas humanas son propiedad exclusiva de Dios significa que tanto la vida como la muerte  deben depender de la voluntad de Dios. Si esa idea es verdadera entonces tanto vivir como morir es algo que está reservado exclusivamente al poder divino.
En ese orden de ideas no sólo disponemos de nuestra vidas cuando intentamos ponerle fin, también disponemos de la vida  cuando nos esforzamos por conservarla ante las adversidades humanas y naturales. Si sólo Dios tiene derechos exclusivos sobre la vida de los hombres tanto quitarse la vida como luchar por sobrevivir sería violar el derecho exclusivo que tiene Dios sobre la vida. Éste absurdo supone entonces que darle fin a la vida como luchar por conservarla es igual de inmoral o en palabras de David Hume:
“Si esquivo una piedra que fuera a caer sobre mi cabeza, distorsiono el curso de la naturaleza, e invado la provincia privada del Todopoderoso alargando mi vida más allá del periodo de las leyes generales de la materia y el movimiento le habían asignado”.

En el mes de noviembre intentaré abordar cada semana en pequeñas partes algunos de los argumentos que usualmente esgrimen los creyentes en contra de la eutanasia

viernes, 5 de octubre de 2012

Falsa humildad epistémica



Smithers - Haremos una película autobiográfica lo mostraria virtuoso, heroico, y noble...
Mr Burns - Olvidó la humildad



En el presente texto hablaremos de como algunos creyentes hacen una interpretación conveniente de la humildad epistémica para acusar a sus críticos de dogmáticos.  Defenderé que la humildad epistémica tal como ellos la entienden no tiene nada de humilde y que por el contrario promueve lo que ellos tanto critican: el dogmatismo.  

En pasadas discusiones algunos creyentes me han acusado de dogmático resumiré sus acusaciones  en dos puntos:

A. El ser humano no es infalible y se puede equivocar. La razón y la ciencia no son inmunes al error. Históricamente se ha demostrado que la razón humana se equivoca; teorías que se creían verdaderas por estar supuestamente basadas en buena evidencia, en un futuro terminaron demostrándose como teorías falsas. Así, cuando el ateo defiende tener la razón es dogmático  puesto que por más evidencias en las que se basen sus afirmaciones, éstas pueden en un futuro ser consideradas como  equivocadas. Nadie tiene la verdad absoluta sólo Dios. Es arrogancia creer tener la razón cuando es claro que el ser humano no es inmune al error.

B. El ateo no admite la posibilidad de que existan seres y fenómenos sobrenaturales que hacen parte de una dimensión espiritual a la que por puros medios racionales no es posible acceder. La sola razón humana es esencialmente limitada y al no poder reconocer tal dimensión concluye que no existe. Para comprender ésta dimensión el ateo debe dejar su arrogancia y recurrir a la fe.    


Para determinar si en realidad son validas éstas acusaciones analicemos el siguiente ejemplo:

S1 cree que hay un extraterrestre en el baño (S1 cree que p). La base de su creencia es un sueño en el cual el ángel Gabriel le revela la presencia de un habitante de otro planeta en su baño. S2 no cree que  haya un  extraterrestre en su baño (S2 cree que no-p).  La base de su afirmación es que los sueños no resultan ser una fuente fiable de información, además al revisar el baño no se observa ningún extraterrestre: no hay sonidos que delaten la presencia de uno, no hay evidencias físicas como: huellas, comida, rastros de ADN, uñas, piel, etc. Pistas o evidencias que tendrían lugar si de hecho existiera un extraterrestre en el baño.  


S1 alega en su defensa que S2 es dogmático. Según S1, la evidencia de S2 puede demostrarse como falsa. En su opinión no podemos negar la posibilidad de que nuestra capacidad visual este limitada para poder ver al extraterrestre; su  naturaleza corporal lo podría hacer imperceptible a los ojos humanos. Tampoco podemos negar la posibilidad de que el extraterrestre posea una pulsera de tecnología avanzada que le permita aparecer y desaparecer cada vez que S2 revisa el baño con minuciosidad. En opinión de S1 negar estas posibilidades es arrogancia. Para él las evidencias en las que se apoya S2 son insuficientes porque en un futuro próximo éstas pueden  terminar mostrándose como erradas. Según él esto es suficiente para acusar a S2 de dogmático,  atribuye a S2 el creerse inmune al error, pero el ser humano está muy lejos de ser infalible: frecuentemente saca conclusiones precipitadas, sus facultades cognitivas son limitadas y se puede equivocar en sus apreciaciones sobre la realidad ¿Qué nos garantiza que S2 no está en la misma situación? Estas son las razones que utiliza S1 para seguir manteniendo su creencia en p. 


En defensa de S2
Respecto al punto A tengo que decir que las razones que da S1 para que  S2 abandone su creencia de que no hay un extraterrestre en nuestro baño no son más que malas razones hipotéticas sin un fundamento verificable. Tales razones hipotéticas sólo tendrían validez si existiera buena evidencia que las apoyara, no basta cualquier cosa que imaginemos como posible.

Que el ser humano no es infalible y es susceptible al error ¡claro que si!, que en el futuro cabe la posibilidad de que se demuestre que S2 está equivocado ¡por supuesto!; no obstante en un caso concreto ésta no es una razón para controvertir una creencia. Se debe demostrar en específico porque sostener determinada creencia es un error.

En ese orden de ideas,  no-p puede resultar ser una creencia falsa en el futuro; sin embargo, la tesis de que el ser humano se puede equivocar no es elemento suficiente para abandonar la creencia de que no hay un extraterrestre en el baño. Tienen que justificarse las objeciones con respecto a no-p, por ejemplo: tendrían que presentar nueva evidencia que controvirtiera contundentemente a no-p. Mi creencia estará justificada hasta que lleguen razones o evidencias que la controviertan. Cuando lleguen esas razones y esas evidencias estaremos dispuestos ha renunciar a nuestra creencia en no-p.

Es también pertinente observar que éste tipo de defensa oculta un escepticismo radical.  Se desvirtúa cualquier razón o evidencia apelando a la pésima razón de que esas razones y esas evidencias pueden resultar ser falsas en el futuro. Así ninguna razón, ninguna evidencia por fuerte que sea, será  suficiente para justificar una creencia; ya que como somos seres falibles, cualquier creencia puede resultar errada.

Se desvirtúa el papel de la evidencia. No se diferencia entre las creencias que poseen evidencia y las que no poseen. Según la postura de S1 la evidencia que apoya la creencia de S2 no hace especial su creencia. El supuesto hecho de que las creencias puedan resultar falsas en el futuro es para S1 una razón suficiente para quitarle valor a las creencias apoyadas en evidencias.

Esto lo que en realidad muestra es una actitud dogmática  reacia ha abandonar su creencia en p aun a pesar de que le muestren buenas razones y evidencias para hacerlo. Toda razón que se de en contra de p se “neutraliza” proponiendo un numero infinito de situaciones ficticias o afirmando que tales razones pueden resultar ser falsas en el futuro. Este tipo de postura hace más difícil que nos desprendamos de creencias con evidencia en su contra. 


Respecto al punto B, es curioso que para justificar una creencia en vez de recurrir a evidencias se recurra a posibilidades. ¿Desde cuando las simples posibilidades tienen más peso que las evidencias a la hora de justificar una creencia? Las creencias se justifican cuando están apoyadas en buena evidencia no cuando se apoyan en meras posibilidades. Y si las posibilidades se utilizan como justificación éstas deben estar apoyadas en pruebas, no únicamente en la imaginación.

También vale la pena llamar la atención respecto a está forma de defensa, que cuando se invoca el recurso de las posibilidades éstas impliquen una  inhabilidad humana o una restricción cognitiva. En este caso un extraterrestre imperceptible a nuestra vista, un extraterrestre tímido que con un dispositivo se esconde cada vez que queremos constatar su presencia.  O seres y fenómenos que hacen parte de una dimensión especial a la que sólo podemos tener acceso por medio de la fe y no de la razón.

Claro, como decía Charles Sanders Peirce hay que apagar la luz para darle oportunidad al milagro. O como en un acto de magia, siempre hay un punto ciego, siempre hay una cortina tapando un punto clave sin el cual la ilusión  no sería posible. Y en cuestión de creencias religiosas cuando se nos permite revisar, debemos entrar con los ojos vendados y las manos atadas; porque para salvar la creencia religiosa, para inmunizarla de la crítica se deben crear limites a la razón.

Según algunos creyentes aceptar la inmunidad de éstas creencias es ser humilde. Exigir un escrutinio racional de ellas es dogmatismo. Repetidas veces me dicen “la arrogancia de la razón no deja que escuches la voz de Dios”. Pues yo les respondo que arrogancia es creer que mis creencias son especiales y por ello merecen un trato privilegiado, un trato favorable que las exime del escrutinio de la razón. 

La humildad epistémica hablando de manera muy general es la actitud en la que el sujeto está abierto a reconocer que se puede equivocar, es la disposición del sujeto a renunciar a sus creencias cuando terminan demostrándose como creencias falsas. Es la actitud de respeto que el sujeto tiene frente a la evidencia, porque es la evidencia la que determina nuestro derecho a seguir manteniendo nuestras creencias o a renunciar a ellas. 

Sin embargo los creyentes tienen una forma muy particular de ver la humildad epistémica y de promoverla. Cuando ellos se refieren al ser humano como un ser susceptible al error, cuando afirman que las facultades racionales del ser humano no son infalibles; no lo hacen precisamente para promover una actitud abierta a reconocer los errores. Lo hacen para generar una actitud de apego a creencias sin evidencias; desprestigiando las evidencias que las contradice para negarse al abandono de creencias sin apoyo probatorio. Por eso la falsa humildad es una cualidad muy útil sobre todo si se trata de negarnos rotundamente a reconocer que estamos equivocados.