En
mí país algunos personajes de opinión han expresado su indignación por la
película titulada “La inocencia de los musulmanes” producida por Sam Bacile un
judío israelí-estadounidense. Los medios de comunicación afirman que la
película a desatado manifestaciones violentas dando lugar a los últimos ataques en las embajadas de
EE.UU en Libia, Egipto, Pakistán y otros países, que dejan como resultado más
de 30 muertos entre ellos el diplomático Chris Stevens y tres norteamericanos.
Estos
hechos son muy difíciles de comprender debido a la complejidad de la realidad en Medio Oriente. Las secuelas de
la llamada primavera árabe que hacen caer gobiernos y que abren paso para que
diversos intereses económicos, políticos y religiosos puedan tener lugar en sus
sociedades. La fragilidad e inestabilidad de esos Estados que hace que
cualquier manifestación sea utilizada como escusa o detonante para dar un gran
golpe y hace caer cualquier forma de gobierno. También hay que tener en cuenta
la actual campaña electoral de EE.UU y la manera como se pone a prueba la
actuación de Obama en cuanto a política interna y externa.
Pese
a todo esto, los medios de comunicación manejan dos hipótesis: la primera, que
los ataques a las embajadas norteamericanas son producto de la celebración del
aniversario de los atentados terroristas del 11 de septiembre. La segunda, que
los ataques se dieron como reacción a la película de Sam Bacile.
En
estas circunstancias los religiosos extremistas exigen la prohibición del film
y piden que se encarcele a todos los cómplices del mismo. Según ellos la
blasfemia debería ser un crimen en occidente. Aquí hay eco de esa indignación y
se abre de nuevo el debate sobre sí la libertad de expresión debe tener o no
límites. Al parecer quienes le dan éste enfoque a la situación están más
indignados por la película que por las victimas de las protestas en Oriente Medio.
En lugar de repudiar las reacciones violentas y exageradas del fundamentalismo
religioso, se habla de lo irrespetuosa que resulta la película para el Islam y
de lo inaceptable que es que insulten a Mahoma, una figura religiosa de gran
importancia para esa parte del mundo.
Algunos
religiosos defienden la idea de que la libertad de expresión debe limitarse
cuando se incita al odio religioso. Ellos afirman que el odio religioso se
promueve cuando se ofenden a figuras e iconos de la religión. Cuando la libertad
de expresión se convierte en provocación e incitación a la violencia, la
libertad de expresión debe restringirse. Basados en éstas ideas y ante el
crecimiento de la violencia exigen que el video se prohíba en internet. La
censura y la penalización de estas conductas es según ellos la respuesta a
la intolerancia religiosa.
Frente
a todo esto yo tengo que decir tres
cosas: la primera, es increíble como muchas de las opiniones que hablan de
tolerancia promueven la hipersensibilidad en relación a temas religiosos.
Cuando convierten en un tabú cualquier referencia a la religión, hacen
aceptable su extrema sensibilidad. Lo sagrado entonces es sinónimo de aversión
a la crítica, ya que toda opinión que disienta de sus creencias es leída como
agresión personal o intolerancia. Una de las tantas maneras que tiene la
religión de inmunizar a sus fieles de la duda.
La
segunda, convertir en agresión cualquier objeción a la religión victimiza a los
violentos manifestantes. Según ellos, algunas figuras religiosas son tan
sagradas que es comprensible la reacción de algunos musulmanes en Oriente Medio. Con
esa lógica si algo es supremamente sagrado entonces cualquier reacción violenta
es aceptable. La sensibilidad religiosa es muy delicada y los inocentes angelitos no tuvieron otra opción que dejarse invadir por la ira santa. Pero claro, la religión en general goza de muchos privilegios y como la violencia proviene de un grupo religioso, entonces eso significa que debemos ver la violencia con una mirada más flexible. Esa defensa de la hipersensibilidad religiosa no hace otra cosa que promover la intolerancia.
No
estoy dispuesto a la defensa de la hipersensibilidad extrema en ningún tema.
Todos tenemos derecho a sentirnos indignados por una opinión o por lo que sea,
pero expresar la indignación con violencia es inaceptable por más ofensivo, grosero y aborrecible que sea el
mensaje; y por más sagrado que sea el icono ofendido.
La
tercera, la película puede ser vulgar,
grosera y de mal gusto. Quien quiera manifestar su opinión de indignación
pacíficamente lo puede hacer, pero pedir que la prohíban pone en riesgo nuestro
derecho a disentir y expresar nuestra opinión. El problema con la censura es
que puede terminar metiendo todo tipo de comentario y crítica en el mismo saco que
éste deplorable video. Hay que tener muy
presente que no son solo los insultos los que indignan a la gente, también la
verdad puede provocar molestias e incomodidad. La verdad también puede
enfurecer.
Así
las cosas ¿Quién va a decidir que es una ofensa y qué no lo es?, ¿quién va a
decidir sí una opinión es una critica o un insulto que incita a la
violencia? Al parecer algunos creyentes occidentales
piensan que la última palabra la tienen en Oriente Medio. Les parece aceptable
que se promueva el respeto por medio del chantaje de la violencia. A este ritmo
terminaremos todos silenciados o en la cárcel.
Ahora
estaremos a la merced de la sensibilidad de los extremistas. Tendremos que
callarnos para que allá no encuentren una escusa para aniquilarse entre ellos.
Claro, como algunos no pueden renunciar a la violencia para expresar su
indignación, entonces primero debemos consultar con ellos antes de expresar
cualquier opinión.
Si
sedemos nuestra libertad de expresarnos y de disentir de la opinión de otros;
no solo terminaremos pidiéndoles permiso sobre que podemos opinar sino que
también que ropa debemos vestir, que libros debemos leer y que música debemos
escuchar; no sea que en el futuro nuestra forma de vida les resulte demasiado ofensiva
y reaccionen violentamente por ello.