Esta reflexión surgió a propósito
del texto de Carmen Chase “La carga de la prueba para un
Dios” que
da lugar a una sugerente discusión sobre el tema. Hay que aclarar que la autora
está de acuerdo en que tanto el ateo como el teísta pueden asumir la carga de
la prueba.
El debate sobre la carga de la prueba se
centra en la disputa sobre quién tiene la obligación intelectual de probar lo
que sostiene ¿Debe el teísta asumir el desafío de probar lo que cree o es el
ateo el que tiene esa obligación?
Algunos ateos intentan defender que no
tienen el deber de demostrar que Dios no existe, para ello utilizan una
variedad de razones de las cuales sólo evaluaremos el siguiente principio "lo normal se presume, lo
extraordinario se debe probar". Aquí
argumentaré que tal principio no es una buena razón o estrategia para que
el ateo pueda evadir la carga de la prueba
En su texto Chase afirma lo siguiente:
lo normal se presume, lo extraordinario se debe probar. Quien hace
afirmaciones insólitas, extraordinarias tiene la obligación intelectual de
probarlas, no quien las cuestiona. Por el contrario, las afirmaciones ordinarias
o normales no se cuestionan ni se les exigen pruebas porque concuerdan con
nuestras experiencias cotidianas y con el conocimiento vigente. El teísmo
hace afirmaciones extraordinarias, por lo tanto es el teísta el que tiene la
obligación de probar.
El problema con este principio enunciado
por la autora es que es muy general. Lo normal y lo extraordinario
es algo que puede ser relativo a cada contexto. Normal puede ser interpretado
como: lo que la mayoría de la gente cree, el sentido común, lo tradicional, lo
que nos enseñaron nuestros padres, maestros, sacerdotes. Y aunque la autora
parece afirmar que lo normal hace referencia al conocimiento científico; normal
no es para todo el mundo el conocimiento científico y más aún puede ser todo lo
contrario. Veamos un ejemplo:
En una comunidad X los
conocimientos vigentes afirman que la tierra es inmóvil, que es el centro
del universo y que todos los planetas giran alrededor de ella. Sí aplicamos el
principio "lo normal se presume, lo extraordinario se debe
probar", toda afirmación
acorde a esos “conocimientos” será normal y no se exigirá prueba alguna.
No obstante, si un sujeto de esa comunidad afirma que la tierra se mueve, que
la tierra no es el centro del universo y que los planetas incluidos la tierra
se mueven alrededor del sol; entonces en ese contexto las afirmaciones hechas
por ese sujeto serán extraordinarias, insólitas y según el principio
mencionado arriba sus afirmaciones deberán ser probadas.
El ejemplo anterior muestra que no
porque determinadas afirmaciones en un contexto concuerden con lo que se
denomina normal, quiere decir que están exentas de la carga de la prueba; ya
que en otros contextos eso que denominamos una afirmación normal puede ser
extraordinaria y entonces vernos obligados a probarla. Cuando en un contexto lo
que creemos va en contra de la corriente sólo eso es necesario para que seamos
nosotros los que debamos asumir el deber de probar .
También se puede observar que una
afirmación extraordinaria no siempre es sinónimo de una afirmación falsa y una
afirmación normal no siempre es sinónimo de verdad como parecen muchos suponer
cuando citan el principio. Una creencia falsa puede ser tenida por una
comunidad como verdadera y por lo tanto como algo normal, aceptable y por ello
no surgirá la necesidad de probarla; también por más verdadera que sea una
afirmación eso no será suficiente para evitar la carga de la prueba. Con
todo, la verdad o la falsedad de una afirmación no determina quien tiene el
deber de probar.
Otro punto a señalar es que las
discusiones informales generalmente no siguen procedimiento alguno. En un
contexto específico a veces por el desconocimiento de algunos pocos, un sujeto
que sabe, se ve obligado a cargar con la obligación de probar sus afirmaciones
e informar a los que las ignoran por más que esas afirmaciones sean normales o
comunes para la mayoría de esa comunidad.
Igualmente, a veces los que cuestionamos
algunas afirmaciones nos vemos obligados a demostrar porque sostener x
afirmación es un error. No siempre los que cuestionan afirmaciones están
exentos de demostrar la falsedad de las mismas. A veces para promover el
conocimiento y hacerle frente a la superstición, la credulidad y la
desinformación se debe asumir el peso de la carga de la prueba.
Referencias
Chase Carmen, “La carga de la prueba para un
Dios” en:
http://www.ateismopositivo.com.ar/
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