En
Colombia el Congreso de la República aprobó en un primer debate el proyecto de reglamentación
de la eutanasia, iniciativa de ley propuesta por el senador del partido de ‘la U’ Armando Benedetti. La
Comisión Primera del Senado aprobó éste proyecto con 10 votos a favor y 4 en
contra. Con ésta propuesta de ley se
intenta cumplir la Sentencia 239 de 1997 de la Corte Constitucional que despenaliza
la eutanasia o el homicidio por piedad con el consentimiento del individuo. En
ésta Sentencia la Corte Constitucional pidió al Congreso la reglamentación de
la eutanasia. En estos 15 años se han presentado 3 proyectos para hacerlo, sin
embargo todos han sido archivados. Para que éste proyecto se convierta en ley
debe pasar por tres debates más.
Si
se aprueba el proyecto de ley, la eutanasia se practicaría sólo a individuos
mayores de 18 años que padecen enfermedades graves que son incurables y que causen
dolor insoportable. El procedimiento
deberá ser producto de una decisión libre y acordada con el médico que trate su
enfermedad.
También
en éste proyecto de ley se crea la figura de petición de eutanasia que deberá
ser elaborada cinco años antes de que el paciente pierda la capacidad de
expresar su voluntad; será un documento que estará registrado por un notario,
donde el paciente expresará su voluntad de darle fin a su vida. Tal documento
será evaluado por un comité médico.
El
debate sobre el tema de la eutanasia se abre de nuevo y por supuesto los
sectores religiosos y conservadores de mí país sentaron su voz de protesta. A
continuación presentaré algunas de las afirmaciones de moda que suelen usar
para defender su posición en contra de la eutanasia:
A. No se puede
legislar a favor de la muerte, ésta no puede ser convertida en un derecho. No
podemos dejar que los antivalores se impongan. No podemos permitir que la
cultura de la muerte y el desprecio por la vida se apoderen del país.
B. Dios es el
único ser que puede decidir sobre la vida y no el hombre. No podemos disponer
de la vida de otro, ni tampoco podemos atentar contra nuestra propia vida. No
podemos hacer lo que queramos con la vida, ya que ésta es sagrada.
Respecto
al punto A: es curioso que algunos creyentes nos acusen de ser promotores de la
cultura de la muerte. ¿Somos acaso nosotros los obsesionados con el más allá? ¿Somos
nosotros los que infundimos terror sobre la muerte predicando sobre el infierno
y el paraíso? ¿Somos nosotros los obsesionados con el apocalipsis o fin del
universo? ¿Somos nosotros los que le quitamos el valor a la vida inventándonos
el más allá, el alma, el espíritu, y los seres sobrenaturales? ¿Es acaso
nuestro símbolo insignia un hombre ensangrentado agonizando en una cruz? ¿Hacemos
de las enfermedades el medio para el castigo divino y la fuente de purificación
para el alma?
Los
verdaderos promotores de la cultura de la muerte son otros. Infundiendo los valores del desprecio del más acá con las
mentiras del más allá, como cuando se obliga a otros a morir lenta y dolorosamente
porque para ellos una muerte tortuosa es
algo virtuoso o cuando obstaculizan los intentos de legislar a favor de la
muerte digna poniendo a los ciudadanos a disputar sobre los derechos de
propiedad que tiene un ser imaginario sobre las vidas humanas.
En
relación a B es un punto complejo ya que implica varios conceptos discutibles, sin embargo por ahora veamos una
de las consecuencias que supone afirmar que Dios es el único ser que puede
decidir sobre la vida: la idea de que las vidas humanas son propiedad exclusiva
de Dios significa que tanto la vida como la muerte deben depender de la voluntad de Dios. Si esa
idea es verdadera entonces tanto vivir como morir es algo que está reservado
exclusivamente al poder divino.
En
ese orden de ideas no sólo disponemos de nuestra vidas cuando intentamos
ponerle fin, también disponemos de la vida cuando nos esforzamos por conservarla ante las
adversidades humanas y naturales. Si sólo Dios tiene derechos exclusivos sobre
la vida de los hombres tanto quitarse la vida como luchar por sobrevivir sería
violar el derecho exclusivo que tiene Dios sobre la vida. Éste absurdo supone
entonces que darle fin a la vida como luchar por conservarla es igual de
inmoral o en palabras de David Hume:
“Si esquivo una piedra que fuera a caer sobre mi
cabeza, distorsiono el curso de la naturaleza, e invado la provincia privada
del Todopoderoso alargando mi vida más allá del periodo de las leyes generales
de la materia y el movimiento le habían asignado”.
En el mes de noviembre intentaré abordar cada semana
en pequeñas partes algunos de los argumentos que usualmente esgrimen los
creyentes en contra de la eutanasia
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