sábado, 16 de marzo de 2013

La credulidad debilita el intelecto.


Hay una consecuencia negativa de la que generalmente no se habla cuando se refieren al exceso de creencia, esto es, cuando se cree sin restricción alguna, (cuando creemos basados en evidencia insuficiente o cuando creemos en contra de la evidencia). La credulidad debilita nuestro intelecto.



Al aceptar creencias gratuitamente facilitamos nuestra aceptación de creencias falsas. Pasando por alto algunas creencias sin soporte probatorio, debilitamos el filtro de control  y aumentamos la probabilidad de que más creencias falsas sean aceptadas de la misma forma. Desaparece la diferenciación necesaria entre aquellas creencias que están basadas en evidencias de aquellas que no lo están. 


Lo que nos impulsa a exigir evidencias a los demás y nos hace ser críticos con nuestras propias creencias es sofocado por la comodidad del autoengaño y el engaño reciproco. Tú no me exiges evidencia yo no te exijo evidencias. Tú no me incomodas yo no te incómodo. 


Se disminuye nuestra capacidad para regular nuestra confianza. Nos habituamos a confiar en situaciones en las que normalmente no lo haríamos. La confianza que otorgamos a nuestras creencias se fortalecerá incluso cuando es momento de abandonar la creencia, inhabilitando también nuestra capacidad para reconocer errores y evitar volver a caer en ellos.

sábado, 2 de marzo de 2013

Obstáculo epistémico y supervivencia



Desde el punto de vista de la supervivencia es posible comprender porque es más fácil creer que dudar. Cuando pequeños somos propensos a creer lo que nos dicen los adultos. Nuestra mente en esta etapa puede absorber con facilidad las experiencias, ideas y creencias que ellos nos enseñan. Éstas se adquieren la mayoría de las veces  de una manera ágil, sin ninguna clase de duda que las obstaculice y algunas de ellas se suelen  arraigar a tal punto que cuando somos adultos es difícil deshacernos de ellas.

  
Estas características tienen origen en etapas evolutivas pasadas. Para poder sobrevivir se requería de una mente que no se resistiera a ser moldeada; las recomendaciones de un adulto a su hijo como por ejemplo: no juegues con fuego, no te acerques al precipicio, ten cuidado con los leones; deberían ser obedecidas sin ser cuestionadas. La ausencia de habilidades críticas aquí es una ventaja en términos de tiempo, energía y conservación de la vida.  Si el niño dudara y se pusiera en la tarea de comprobar la verdad de cada recomendación muy seguramente no sobreviviría. Aceptar o cuestionar la autoridad del adulto, obedecer o desobedecer desde el punto de vista de la supervivencia haría mucha diferencia.


No obstante, tales características pueden convertirse en un caldo de cultivo para creencias erróneas, ya que se carece de las habilidades que nos ayudan a diferenciar las creencias que están apoyadas en buenas razones y evidencias de aquellas que no lo están. 


Lo que en unos contextos puede ser una ventaja en otros  puede convertirse en una desventaja. Desventaja que conoce muy bien el clero como  profesionales en el lavado de cerebro. Para ellos es de vital importancia  las condiciones que favorecen la aceptación acrítica de creencias e incluso buscan promoverlas y acentuarlas en la adultez como si fueran virtudes.


 “De cierto os digo: que el que no recibe el reino de Dios como un niño, no estará en él”.  (1) 

“…Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños”. (2)  
    
Aquí la referencia a los niños no se hace precisamente por su pureza o ternura. Se hace referencia a ellos por la ausencia de habilidades críticas y escépticas, por su docilidad; no hay obstáculo alguno para el adoctrinamiento.

Uno de los aspectos que llaman la atención cuando estas características persisten en la adultez es el papel pasivo del individuo en relación a la búsqueda de la verdad. Por temor o comodidad el individuo renuncia a ser un elemento activo en el proceso de consecución de conocimiento.


El delegar en una autoridad todo lo que creemos es problemático sobre todo si esa autoridad se convierte en algo incuestionable. Lo que genera una relación insana con esa autoridad: la falta de vigilancia crítica con aquellos a quienes se les otorga ese papel nos hace más susceptibles a creer cosas falsas  y nos puede exponer a consecuencias perjudiciales tanto para uno mismo como para los demás -- lo que es paradójico hablando en términos de supervivencia--. Una posición mucho más activa de los individuos es vital sobre todo en escenarios en los que tiene lugar la manipulación informativa, donde la desinformación favorece ciertos cursos  de acción que contribuyen a los intereses de unos pocos.


Hay que admitir que nuestras capacidades cognitivas son limitadas y no lo podemos saber todo sobre todo; sin embargo esto no es una razón suficiente para no tener ninguna restricción a lo que creemos. Cuando se abre lugar al escrutinio público de nuestras creencias, cuando dejamos espacio para la autocrítica y la crítica reciproca es posible compensar nuestras debilidades cognitivas. Cosa contraria a promover el respeto gratuito a creencias sin evidencia.

Referencias 

(1) Lucas: 18; 17
(2) Lucas: 10; 21