Hay una consecuencia negativa de la que generalmente no se habla cuando se refieren al exceso de creencia, esto es, cuando se cree sin restricción alguna, (cuando creemos basados en evidencia insuficiente o cuando creemos en contra de la evidencia). La credulidad debilita nuestro intelecto.
Al aceptar creencias
gratuitamente facilitamos nuestra aceptación de creencias falsas. Pasando por
alto algunas creencias sin soporte probatorio, debilitamos el filtro de
control y aumentamos la probabilidad de que más creencias falsas sean
aceptadas de la misma forma. Desaparece la diferenciación necesaria entre
aquellas creencias que están basadas en evidencias de aquellas que no lo están.
Lo que nos impulsa a exigir evidencias a los demás y nos hace ser críticos con nuestras propias creencias es sofocado por la comodidad del autoengaño y el engaño reciproco. Tú no me exiges evidencia yo no te exijo evidencias. Tú no me incomodas yo no te incómodo.
Lo que nos impulsa a exigir evidencias a los demás y nos hace ser críticos con nuestras propias creencias es sofocado por la comodidad del autoengaño y el engaño reciproco. Tú no me exiges evidencia yo no te exijo evidencias. Tú no me incomodas yo no te incómodo.
Se disminuye
nuestra capacidad para regular nuestra confianza. Nos habituamos a confiar en
situaciones en las que normalmente no lo haríamos. La confianza que otorgamos a
nuestras creencias se fortalecerá incluso cuando es momento de abandonar la
creencia, inhabilitando también nuestra capacidad para reconocer errores y
evitar volver a caer en ellos.
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