viernes, 25 de enero de 2013

Anécdota epistémica



En un supermercado las cámaras de vigilancia capturaron una imagen oscura con forma humana, era una sombra parecida a un hombre pequeño. En el vídeo se observa a la imagen oscura moviéndose erráticamente y luego de manera repentina desaparece por uno de los pasillos del supermercado. Los dueños del lugar asombrados afirmaban que la sombra era un duende que había visitado su local. Ante la popularidad del vídeo expertos se interesaron en examinarlo, los resultados determinaron que lo que aparecía en el vídeo era en realidad una mosca que se había posado en el lente de la cámara. Cuando se hace el acercamiento de la imagen se ven claramente algunas patas, las alas y la cabeza del insecto. Los analistas llevaron los resultados de la investigación a las personas que afirmaban que la imagen del vídeo era un duende. Al enseñarles las imágenes y al explicarles el efecto visual del insecto en el foco de la cámara, los dueños del local se mostraron escépticos afirmando de manera persistente que la mancha oscura del vídeo era un espectacular duende y no una simple mosca. 


Este escenario refleja algunos de los errores que se suelen cometer en situaciones de credulidad. El primer error: la manera como estos individuos se apresuran a creer que la imagen es un duende, cuando lo más correcto habría sido que por lo menos suspendieran el juicio y se abstuvieran de creer; podrían haber afirmado que es difícil saber qué es lo que aparece en el vídeo ya que la imagen de hecho no era lo suficientemente clara. Pero al contrario, lo primero que hacen es afirmar que es un duende como si no existiera ninguna duda al respecto. Estos individuos creyeron algo basados en evidencia insuficiente. 


Segundo error: los sujetos nunca dudaron del asunto, se supone que entre más extraordinaria es la afirmación más sospechas debería generar entre los individuos, pero sucede todo lo contrario: ante la ambigua pero sorprendente imagen ocurre una aceptación irreflexiva. Lo asombroso que resulta una sombra oscura con movimiento propio asociada a un ser mágico les precipita a la creencia, a tal extremo que les hace inferir una tontería: que la explicación más probable es que un duende mágico visito de manera exclusiva su tienda y no que una mosca pueda posarse un momento en el lente de una de sus cámaras. La realidad al revés. 


Sin embargo concedámosles un poco a estos sujetos, uno puede comprender el error, muchas veces hemos sido victimas de nuestra percepción visual y creemos ver cosas que de hecho no son. Es fácil confundir una silueta oscura con la forma de un ser humano diminuto. Pero aún concediendo esto la situación no deja de tornase más difícil, tercer error: que al presentarles evidencia que demuestra que lo que creen es erróneo persistan en creer lo mismo. En lugar de abandonar la creencia sucede que se aferran mucho más a ella. Aquí el resbalón es más grave ya que no sólo se cree basados en información insuficiente sino que se cree en contra de lo que la evidencia dicta. 

Al tener plena conciencia de que la creencia que sostenemos es falsa es usual que voluntariamente tomemos el camino del sutil autoengaño, por ejemplo: se podría asociar la evidencia negativa a un plan de conspiración en el que alguien con oscuros intereses desea ocultar la verdad sobre la existencia de duendes. Lo anterior es una forma efectiva de quitarle fuerza a la evidencia en contra, lo que hace que sea más tolerable creer lo que va en contra de la verdad. Con todo, resistirnos a la evidencia no es otra cosa que darle la espalda a la verdad y preferir el engaño.


Por otro lado también sorprende que estos individuos sean más escépticos con los analistas y evidencias que les presentan que con su propia creencia de que un duende visito su autoservicio, lo que nos lleva al cuarto error: la tendencia a ser más rigurosos, exigentes con aquellas creencias que son opuestas a las nuestras y a ser más flexibles con aquellas creencias que refuerzan nuestras concepciones. Esa manera de ejercer nuestras habilidades escépticas da la falsa sensación de que somos cuidosos con lo que creemos cuando de hecho estamos frente a un caso grave de autoengaño. Una actitud escéptica ejercida correctamente no tiene preferencias. Debemos ser críticos de igual forma tanto de las ideas sospechosas de aquellos que tienen opiniones iguales a nosotros como de las ideas dudosas de aquellos que opinan distinto a nosotros.  

Lo anterior es una pequeña muestra de cómo nuestra relación con la verdad no es la más fácil ni la mejor sin embargo, no estamos condenados al engaño y afortunadamente hemos encontrado formas de mejorar nuestra situación epistémica y aunque no somos inmunes a esta clase de errores podemos mejorar nuestras posibilidades de apuntar y acercarnos al blanco. En próximas publicaciones intentare ampliar un poco más sobre este tema de los obstáculos epistémicos.