viernes, 7 de diciembre de 2012

Eutanasia igualdad y libertad


Quienes están en contra de la eutanasia y se autodenominan protectores de la vida afirman que el Estado está en la obligación de proteger la vida humana desde la fecundación hasta la muerte natural y no por el contrario promover leyes que atenten contra ese sagrado derecho.
Por otro lado arguyen que no se puede imponer una ley a la que se oponen la gran mayoría de los colombianos, es antidemocrático desconocer el deseo popular. Unos pocos no pueden convertir en norma algo contra lo que la gran mayoría está en desacuerdo.

 
Frente a lo anterior debo expresar lo siguiente: efectivamente  el Estado debe proteger la vida, no obstante en asuntos que le conciernen exclusivamente al individuo éste tiene el derecho a decidir hasta donde permite esa protección. En situaciones en las que una enfermedad terminal genera sufrimiento insoportable, putrefacción; donde las cosas más básicas como comer, asearse, ir al baño dependen del auxilio de otras personas no es algo que haga deseable la conservación de la vida. Buscar preservar la vida pierde sentido para algunos individuos sobre todo cuando vivir significa por decirlo de algún modo estar condenado a soportar por mucho tiempo una situación indigna y una lenta y dolorosa agonía. Cuando la vida se convierte en una carga insoportable esa protección del Estado se convierte más en un mal que en un bien para el sujeto, por ello el individuo está en su derecho de restringir esa protección respecto a su propia vida.
Ahora bien, el Estado no sólo debe procurar proteger la vida también debe garantizar la igualdad y libertad de los individuos. Cuando se niega a los individuos la posibilidad de practicarse la eutanasia no se perjudica al individuo únicamente con una larga y tortuosa agonía sino que se vulneran sus derechos a la igualdad y a la libertad.

¿Igualdad entre individuos?

Al prohibirse la eutanasia se vulnera el derecho a la igualdad porque se privilegian ciertas valoraciones religiosas particulares. Aquellos que se oponen a la eutanasia suelen afirmar que dejan sus convicciones religiosas aún lado y que su único interés es la defensa de la vida. Sin embargo los argumentos que suelen utilizar no dejan de tener cierta carga religiosa: “La vida es sagrada, el hombre no puede decidir sobre su vida porque eso es algo inmoral, es la naturaleza la que debe decidir etc…”
Pero es que ya es costumbre que nos metan de contrabando valoraciones religiosas particulares, haciéndolas pasar como argumentos validos que son neutros en términos religiosos.  Ya no hablan de una entidad metafísica “Dios es soberano sobre la vida” ahora hablan de “el gran orden natural como aquel que tiene soberanía sobre la vida y no el hombre”. Pero en resumen su argumentación oculta la valoración religiosa a saber: que sólo Dios puede decidir sobre la vida y la muerte al ser nuestro creador, que si el hombre decide quitarse la vida está invadiendo los designios divinos. Al prohibir la eutanasia basados en esas valoraciones se está privilegiando una valoración religiosa de la vida y la muerte sobre otro tipo de valoraciones.

 
El Estado debe proteger los individuos que no tienen creencias religiosas como aquellos que las tienen. Se debilita esa protección cuando se privilegia  una valoración religiosa en particular. Cuando se buscan que unas creencias religiosas particulares se conviertan en obligación incluso para los que no las comparten se obstaculiza otras posibles valoraciones de la vida y la muerte, valoraciones a las que el individuo también tiene derecho.
Además la imposición de cómo asumir la vida y la muerte es algo que no se puede imponer desde el Estado, esto es una cuestión privada en la que cada quien tiene derecho hacer su propia valoración. Pero es que como se sabe las religiones ejercen el poder buscando tener control sobre cada aspecto íntimo de los individuos, y al parecer quieren que el Estado actué de igual forma. Funcionarios y políticos que parecen más sacerdotes reprimidos que funcionarios públicos ocultan un interés: basados en una supuesta buena causa “la defensa de la vida” buscan el ejercicio abusivo de un poder al cual no tienen derecho, creen poder tomar decisiones en terreno privado donde sólo el individuo tiene exclusivo derecho.

¿Libertad? 

También se esta vulnerando  la libertad de los individuos. Cuando el Estado privilegia ciertas creencias y valoraciones religiosas afecta la autonomía del individuo de manera negativa. En el caso de la eutanasia el individuo que no comparte las mismas creencias religiosas se ve obligado a hacer algo que va en contra de su voluntad.
Así como el creyente tiene derecho a vivir su vida de acuerdo a sus creencias el ateo tiene igual derecho a vivir su vida de acuerdo sus convicciones. Cuando por medio del Estado se imponen las creencias religiosas de  la mayoría se debilita la protección que se debe promover a las libertades de las minorías. La realización de un proyecto de vida no puede ser a costa de la negación de otros proyectos de vida; el Estado está obligado a mantener un equilibrio para que diversos proyectos de vida tengan lugar. Con todo, los individuos tienen derecho a vivir y morir de acuerdo a sus creencias siempre y cuando esas creencias no pongan en peligro los derechos individuales de los demás.
 

Sin embargo éste equilibrio esta muy lejos de ser realidad: cuando se prohíbe la eutanasia la visión del creyente es impuesta al no creyente. Éste estará obligado a sufrir indefinidamente cuando no quiere hacerlo. Está obligado a morir de acuerdo a las creencias y valoraciones del religioso. Por el contrario que la eutanasia se legalice no significa que entonces se convertirá en algo obligatorio: el creyente podrá seguir asumiendo la muerte tal como le dicten sus creencias. La eutanasia es un procedimiento que sólo afecta a quién lo desea. Los médicos pueden abstenerse de practicar la eutanasia si sus creencias se lo prohíben. También las personas religiosas que padecen enfermedades terminales extremadamente dolorosas son libres de no ejercer su derecho al procedimiento.

Por ello, no se puede hablar de imposición al despenalizar la muerte asistida ya que el creyente seguirá viviendo  su proyecto de vida de acuerdo a sus convicciones. Los creyentes podrán seguir viviendo su muerte como lo considere sus consciencias. Seguirán valorando como virtuosos a aquellos individuos que son capaces de soportar una larga y dolorosa agonía basados en sus conceptos de expiación y purificación. Pero así mismo los individuos que no compartimos ese tipo de valoraciones tenemos derecho a vivir de acuerdo a nuestras creencias y valoraciones como que vivir no tiene sentido si la vida se convierte en una larga y dolorosa agonía, que morir es un mal menor frente al hecho de soportar una tortura innecesaria. No se nos puede obligar a valorar una enfermedad terminal como un proceso de purificación por el cual estoy obligado a pasar. No se nos puede obligar a vivir  una muerte tortuosa porque otros la valoran como algo virtuoso.
El día 6 de diciembre del 2012 el presidente del Congreso de Colombia Roy Barreras anunció el aplazamiento del debate de la Eutanasia por pedido de algunos representantes de la iglesia católica. Según él para darle más profundidad al debate la eutanasia es un tema que toca las diferencias entre la vida y la muerte, es un tema que no puede debatirse o aprobarse a la ligera, requiere mucho más debate, más profundidad en el análisis, más foros académicos y más voces, como la de la iglesia católica”. Al parecer 15 años no han sido suficientes para ello. Ésta es otra argucia más para dilatar la posibilidad de que la práctica de la eutanasia se reglamente.  El debate se abrirá de nuevo en el Congreso en marzo del 2013. (1)

Notas

(1). Aplazan debate de la eutanasia por petisión de la iglesia

viernes, 16 de noviembre de 2012

Eutanasia y nazismo


 
Algunos creyentes intentan asociar la eutanasia al nazismo afirmando que su política de exterminio es muy similar. Los nazis se creían con el derecho a quitar la vida de otros por las características que supuestamente los identificaban como seres inferiores. Dentro de las muchas características incluían: sus opiniones opuestas al régimen, sus rasgos físicos, su herencia étnica, y personas con problemas de salud.
Según algunos creyentes la eutanasia es similar al nazismo porque es una práctica en la que unos seres humanos se creen con el derecho de quitar la vida a otros que no gozan de buena salud.  Buscar quitar la vida de algunos seres humanos porque padecen graves problemas de salud es para ellos inmoral. Una persona tiene derecho a la vida aunque no cumpla con determinados requisitos de salud que exige una minoría. Para ellos esto no es más que discriminación.
 

Mi respuesta a este “argumento” es la siguiente: comparar la eutanasia con el exterminio nazi es una jugada retorica sucia y falsa. Mientras el exterminio nazi ocurrió en contra de la voluntad de las victimas; la eutanasia no se practicará sin el consentimiento de la persona. Mientras los nazis asesinaron personas saludables con toda una vida por delante, los sujetos que desean que voluntariamente se les practique la eutanasia son sujetos que padecen una enfermedad que les asegura una muerte larga y dolorosa. Cuando el objetivo del exterminio nazi fue el fin de la vida por la intolerancia, el odio político y la discriminación étnica; el objetivo de la eutanasia es la solidaridad con el individuo que padece una enfermedad terminal con dolor intenso. Por lo tanto la comparación es completamente incorrecta y falta a la verdad. El gran crimen nazi entra en contradicción con el fin de la eutanasia que es la solidaridad con el dolor y el  respeto por la voluntad del individuo. El genocidio nazi nunca tuvo un objetivo solidario ni respeto por la voluntad de sus victimas.

viernes, 9 de noviembre de 2012

La vida es propiedad de Dios




Según algunos creyentes sólo Dios puede decidir sobre la vida. Así como no decidimos cuando nacer tampoco debemos decidir cuando dejar de existir. Nacemos gracias a la voluntad de Dios y debemos morir de acuerdo a su voluntad. Por lo tanto, Dios es el supuesto dueño soberano de las vidas humanas al ser su creador.

Cuando se afirma que únicamente Dios puede decidir sobre la vida, hay implícita una valoración: si la muerte de alguien es producto de las fuerzas ciegas de la naturaleza es visto como algo bueno; por el contrario si una muerte es producto de una decisión voluntaria es vista como algo malo. Una muerte deliberada es antinatural porque supone cambiar el curso de la naturaleza y los designios divinos. Sin embargo la realidad es otra, el ser humano decide sobre la vida y la muerte a cada momento. Hay casos límite en los que disponer de la propia vida y disponer de la vida de otros es legitimo.


Estamos en un  edificio de gran altura, nuestro piso está en llamas, no hay manera de salir del lugar, los rescatistas y bomberos tienen grandes dificultades para llegar al sitio y apagar el fuego con rapidez. El calor, el humo son insoportables y aumentan cada vez más. Sabemos con certeza que moriremos a causa del fuego. Entonces decidimos saltar del edificio ante la idea insoportable de una muerte dolorosa bajo los efectos del fuego. ¿Es ésta una acción inmoral? ¿Respetaría más la vida si muero a causa de las llamas? ¿Es más natural que muera rostizado por las llamas que si muero por el impacto con el pavimento? ¿Despreciaremos ahora todos la vida por el ejemplo que nos da éste individuo?

¡No! Es un caso que hace parte del conjunto de excepciones. Ante una muerte inminente y supremamente dolorosa el sujeto está en su derecho de tomar la decisión de lanzarse del edificio o de morir de manera lenta y dolorosa por el fuego. Su decisión no se da por un frívolo problema de amor o por la derrota  del  equipo de fútbol favorito o por encontrarse con un número indeterminado de hermosas vírgenes en el paraíso. Es un sujeto obligado por las circunstancias; él no decidió voluntariamente ponerse en una situación tan dramática como esa, pero las circunstancias lo obligan a tomar una decisión frente a su muerte.


Otro argumento que se puede esgrimir es que el ser humano es dueño de su vida porque es responsable de su supervivencia. Para poder sobrevivir se necesitan dentro de muchas otras cosas del esfuerzo humano. Por supuesto  que muchas veces el esfuerzo humano se muestra insuficiente; pero sin embargo sin ese esfuerzo, sin la voluntad de vivir no sería posible que el ser humano existiera. El hecho de que el ser humano sobreviva depende en parte de su esfuerzo. El hombre es responsable de su conservación.  Para poder vivir se requieren de un conjunto de acciones que dependen de su  voluntad y esfuerzo, la inacción nos condenaría a una segura extinción.

En ese orden de ideas es posible afirmar que abstenernos de actuar sería inmoral cuando está en nuestras manos el cambiar el resultado final de los hechos. Esfuerzos por conservar la vida, esfuerzos para proteger a otros de asesinos, terroristas, violadores. Estas circunstancias son una muestra del hombre decidiendo respecto a la vida al ser responsable de su supervivencia.

Hay muchas profesiones casi suicidas que exponen la vida a situaciones de alto riesgo ¿Las consideraremos inmorales? Un hombre decide sobre su propia vida cuando se en lista en el ejército o en otra profesión de alto riesgo: está dispuesto a dar su vida para ayudar a otros y es esto lo que muchas veces sucede: rescatistas, bomberos, policías, hombres antiexplosivos, militares mueren a diario intentando salvar vidas. 


Siguiendo con la profesión militar, en situaciones excepcionales se debe decidir sobre la vida de otros. En una situación de secuestro por parte de  terroristas radicales que buscan atentar contra la vida de civiles; es un ejemplo claro en donde el hombre se ve obligado a decidir sobre la vida y la muerte de otros. ¿Un militar que debe dar de baja a un terrorista que está disparando contra civiles inocentes es un hombre inmoral?

Pero el hecho es que aquí no aparece precisamente el ejército celestial reclamando su derecho exclusivo sobre las vidas humanas y protegiendo a las victimas. Es el ejército terrenal el que arriesgando vidas humanas busca salvar otras en operaciones militares. Aquí el hombre no deja a la suerte la vida de los demás, no dejamos a Dios esas decisiones, no afirmamos “que sea lo que Dios quiera, que pase lo que tenga que pasar” Aquí el hombre decide y actúa legítimamente.

El acto de atentar contra la vida de otro es una acción prohibida y sancionable socialmente, sin embargo en el caso del militar que le da muerte al terrorista lo valoramos de manera diferente; es una situación en la cual se exime del castigo usual porque es una situación excepcional donde el hombre se ve obligado a tomar la vida de otro en protección de los demás.


En estos y en muchos otros casos más ¿Dónde está el soberano de la vida?  ¿Qué no haría un Dios omnipotente y todo bondad que supuestamente considera que la vida humana es algo sagrado de gran valor sobre lo que tiene derechos exclusivos? Pero resulta que es el ser humano el que tiene que entrometerse en sus designios sobre la vida humana, arriesga vidas e interviene para ayudar. Por lo tanto en algunas situaciones los individuos tienen derecho a disponer de su vida y de la de otros legítimamente. 

viernes, 2 de noviembre de 2012

La eutanasia y la cultura de la muerte


En Colombia el Congreso de la República aprobó en un primer debate el proyecto de reglamentación de la eutanasia, iniciativa de ley propuesta por el senador  del partido de ‘la U’ Armando Benedetti. La Comisión Primera del Senado aprobó éste proyecto con 10 votos a favor y 4 en contra.  Con ésta propuesta de ley se intenta cumplir la Sentencia 239 de 1997 de la Corte Constitucional que despenaliza la eutanasia o el homicidio por piedad con el consentimiento del individuo. En ésta Sentencia la Corte Constitucional pidió al Congreso la reglamentación de la eutanasia. En estos 15 años se han presentado 3 proyectos para hacerlo, sin embargo todos han sido archivados. Para que éste proyecto se convierta en ley debe pasar por tres debates más.
Si se aprueba el proyecto de ley, la eutanasia se practicaría sólo a individuos mayores de 18 años que padecen enfermedades graves que son incurables y que causen dolor insoportable.  El procedimiento deberá ser producto de una decisión libre y acordada con el médico que trate su enfermedad.
También en éste proyecto de ley se crea la figura de petición de eutanasia que deberá ser elaborada cinco años antes de que el paciente pierda la capacidad de expresar su voluntad; será un documento que estará registrado por un notario, donde el paciente expresará su voluntad de darle fin a su vida. Tal documento será evaluado por un comité médico.  



El debate sobre el tema de la eutanasia se abre de nuevo y por supuesto los sectores religiosos y conservadores de mí  país sentaron su voz de protesta. A continuación presentaré algunas de las afirmaciones de moda que suelen usar para defender su posición en contra de la eutanasia:
A. No se puede legislar a favor de la muerte, ésta no puede ser convertida en un derecho. No podemos dejar que los antivalores se impongan. No podemos permitir que la cultura de la muerte y el desprecio por la vida se apoderen del país.
B. Dios es el único ser que puede decidir sobre la vida y no el hombre. No podemos disponer de la vida de otro, ni tampoco podemos atentar contra nuestra propia vida. No podemos hacer lo que queramos con la vida, ya que ésta es sagrada.
Respecto al punto A: es curioso que algunos creyentes nos acusen de ser promotores de la cultura de la muerte. ¿Somos acaso nosotros los obsesionados con el más allá? ¿Somos nosotros los que infundimos terror sobre la muerte predicando sobre el infierno y el paraíso? ¿Somos nosotros los obsesionados con el apocalipsis o fin del universo? ¿Somos nosotros los que le quitamos el valor a la vida inventándonos el más allá, el alma, el espíritu, y los seres sobrenaturales? ¿Es acaso nuestro símbolo insignia un hombre ensangrentado agonizando en una cruz? ¿Hacemos de las enfermedades el medio para el castigo divino y la fuente de purificación para el alma?
Los verdaderos promotores de la cultura de la muerte son otros. Infundiendo  los valores del desprecio del más acá con las mentiras del más allá, como cuando se obliga a otros a morir lenta y dolorosamente porque para ellos  una muerte tortuosa es algo virtuoso o cuando obstaculizan los intentos de legislar a favor de la muerte digna poniendo a los ciudadanos a disputar sobre los derechos de propiedad que tiene un ser imaginario sobre las vidas humanas.
En relación a B es un punto complejo ya que implica varios conceptos  discutibles, sin embargo por ahora veamos una de las consecuencias que supone afirmar que Dios es el único ser que puede decidir sobre la vida: la idea de que las vidas humanas son propiedad exclusiva de Dios significa que tanto la vida como la muerte  deben depender de la voluntad de Dios. Si esa idea es verdadera entonces tanto vivir como morir es algo que está reservado exclusivamente al poder divino.
En ese orden de ideas no sólo disponemos de nuestra vidas cuando intentamos ponerle fin, también disponemos de la vida  cuando nos esforzamos por conservarla ante las adversidades humanas y naturales. Si sólo Dios tiene derechos exclusivos sobre la vida de los hombres tanto quitarse la vida como luchar por sobrevivir sería violar el derecho exclusivo que tiene Dios sobre la vida. Éste absurdo supone entonces que darle fin a la vida como luchar por conservarla es igual de inmoral o en palabras de David Hume:
“Si esquivo una piedra que fuera a caer sobre mi cabeza, distorsiono el curso de la naturaleza, e invado la provincia privada del Todopoderoso alargando mi vida más allá del periodo de las leyes generales de la materia y el movimiento le habían asignado”.

En el mes de noviembre intentaré abordar cada semana en pequeñas partes algunos de los argumentos que usualmente esgrimen los creyentes en contra de la eutanasia

viernes, 5 de octubre de 2012

Falsa humildad epistémica



Smithers - Haremos una película autobiográfica lo mostraria virtuoso, heroico, y noble...
Mr Burns - Olvidó la humildad



En el presente texto hablaremos de como algunos creyentes hacen una interpretación conveniente de la humildad epistémica para acusar a sus críticos de dogmáticos.  Defenderé que la humildad epistémica tal como ellos la entienden no tiene nada de humilde y que por el contrario promueve lo que ellos tanto critican: el dogmatismo.  

En pasadas discusiones algunos creyentes me han acusado de dogmático resumiré sus acusaciones  en dos puntos:

A. El ser humano no es infalible y se puede equivocar. La razón y la ciencia no son inmunes al error. Históricamente se ha demostrado que la razón humana se equivoca; teorías que se creían verdaderas por estar supuestamente basadas en buena evidencia, en un futuro terminaron demostrándose como teorías falsas. Así, cuando el ateo defiende tener la razón es dogmático  puesto que por más evidencias en las que se basen sus afirmaciones, éstas pueden en un futuro ser consideradas como  equivocadas. Nadie tiene la verdad absoluta sólo Dios. Es arrogancia creer tener la razón cuando es claro que el ser humano no es inmune al error.

B. El ateo no admite la posibilidad de que existan seres y fenómenos sobrenaturales que hacen parte de una dimensión espiritual a la que por puros medios racionales no es posible acceder. La sola razón humana es esencialmente limitada y al no poder reconocer tal dimensión concluye que no existe. Para comprender ésta dimensión el ateo debe dejar su arrogancia y recurrir a la fe.    


Para determinar si en realidad son validas éstas acusaciones analicemos el siguiente ejemplo:

S1 cree que hay un extraterrestre en el baño (S1 cree que p). La base de su creencia es un sueño en el cual el ángel Gabriel le revela la presencia de un habitante de otro planeta en su baño. S2 no cree que  haya un  extraterrestre en su baño (S2 cree que no-p).  La base de su afirmación es que los sueños no resultan ser una fuente fiable de información, además al revisar el baño no se observa ningún extraterrestre: no hay sonidos que delaten la presencia de uno, no hay evidencias físicas como: huellas, comida, rastros de ADN, uñas, piel, etc. Pistas o evidencias que tendrían lugar si de hecho existiera un extraterrestre en el baño.  


S1 alega en su defensa que S2 es dogmático. Según S1, la evidencia de S2 puede demostrarse como falsa. En su opinión no podemos negar la posibilidad de que nuestra capacidad visual este limitada para poder ver al extraterrestre; su  naturaleza corporal lo podría hacer imperceptible a los ojos humanos. Tampoco podemos negar la posibilidad de que el extraterrestre posea una pulsera de tecnología avanzada que le permita aparecer y desaparecer cada vez que S2 revisa el baño con minuciosidad. En opinión de S1 negar estas posibilidades es arrogancia. Para él las evidencias en las que se apoya S2 son insuficientes porque en un futuro próximo éstas pueden  terminar mostrándose como erradas. Según él esto es suficiente para acusar a S2 de dogmático,  atribuye a S2 el creerse inmune al error, pero el ser humano está muy lejos de ser infalible: frecuentemente saca conclusiones precipitadas, sus facultades cognitivas son limitadas y se puede equivocar en sus apreciaciones sobre la realidad ¿Qué nos garantiza que S2 no está en la misma situación? Estas son las razones que utiliza S1 para seguir manteniendo su creencia en p. 


En defensa de S2
Respecto al punto A tengo que decir que las razones que da S1 para que  S2 abandone su creencia de que no hay un extraterrestre en nuestro baño no son más que malas razones hipotéticas sin un fundamento verificable. Tales razones hipotéticas sólo tendrían validez si existiera buena evidencia que las apoyara, no basta cualquier cosa que imaginemos como posible.

Que el ser humano no es infalible y es susceptible al error ¡claro que si!, que en el futuro cabe la posibilidad de que se demuestre que S2 está equivocado ¡por supuesto!; no obstante en un caso concreto ésta no es una razón para controvertir una creencia. Se debe demostrar en específico porque sostener determinada creencia es un error.

En ese orden de ideas,  no-p puede resultar ser una creencia falsa en el futuro; sin embargo, la tesis de que el ser humano se puede equivocar no es elemento suficiente para abandonar la creencia de que no hay un extraterrestre en el baño. Tienen que justificarse las objeciones con respecto a no-p, por ejemplo: tendrían que presentar nueva evidencia que controvirtiera contundentemente a no-p. Mi creencia estará justificada hasta que lleguen razones o evidencias que la controviertan. Cuando lleguen esas razones y esas evidencias estaremos dispuestos ha renunciar a nuestra creencia en no-p.

Es también pertinente observar que éste tipo de defensa oculta un escepticismo radical.  Se desvirtúa cualquier razón o evidencia apelando a la pésima razón de que esas razones y esas evidencias pueden resultar ser falsas en el futuro. Así ninguna razón, ninguna evidencia por fuerte que sea, será  suficiente para justificar una creencia; ya que como somos seres falibles, cualquier creencia puede resultar errada.

Se desvirtúa el papel de la evidencia. No se diferencia entre las creencias que poseen evidencia y las que no poseen. Según la postura de S1 la evidencia que apoya la creencia de S2 no hace especial su creencia. El supuesto hecho de que las creencias puedan resultar falsas en el futuro es para S1 una razón suficiente para quitarle valor a las creencias apoyadas en evidencias.

Esto lo que en realidad muestra es una actitud dogmática  reacia ha abandonar su creencia en p aun a pesar de que le muestren buenas razones y evidencias para hacerlo. Toda razón que se de en contra de p se “neutraliza” proponiendo un numero infinito de situaciones ficticias o afirmando que tales razones pueden resultar ser falsas en el futuro. Este tipo de postura hace más difícil que nos desprendamos de creencias con evidencia en su contra. 


Respecto al punto B, es curioso que para justificar una creencia en vez de recurrir a evidencias se recurra a posibilidades. ¿Desde cuando las simples posibilidades tienen más peso que las evidencias a la hora de justificar una creencia? Las creencias se justifican cuando están apoyadas en buena evidencia no cuando se apoyan en meras posibilidades. Y si las posibilidades se utilizan como justificación éstas deben estar apoyadas en pruebas, no únicamente en la imaginación.

También vale la pena llamar la atención respecto a está forma de defensa, que cuando se invoca el recurso de las posibilidades éstas impliquen una  inhabilidad humana o una restricción cognitiva. En este caso un extraterrestre imperceptible a nuestra vista, un extraterrestre tímido que con un dispositivo se esconde cada vez que queremos constatar su presencia.  O seres y fenómenos que hacen parte de una dimensión especial a la que sólo podemos tener acceso por medio de la fe y no de la razón.

Claro, como decía Charles Sanders Peirce hay que apagar la luz para darle oportunidad al milagro. O como en un acto de magia, siempre hay un punto ciego, siempre hay una cortina tapando un punto clave sin el cual la ilusión  no sería posible. Y en cuestión de creencias religiosas cuando se nos permite revisar, debemos entrar con los ojos vendados y las manos atadas; porque para salvar la creencia religiosa, para inmunizarla de la crítica se deben crear limites a la razón.

Según algunos creyentes aceptar la inmunidad de éstas creencias es ser humilde. Exigir un escrutinio racional de ellas es dogmatismo. Repetidas veces me dicen “la arrogancia de la razón no deja que escuches la voz de Dios”. Pues yo les respondo que arrogancia es creer que mis creencias son especiales y por ello merecen un trato privilegiado, un trato favorable que las exime del escrutinio de la razón. 

La humildad epistémica hablando de manera muy general es la actitud en la que el sujeto está abierto a reconocer que se puede equivocar, es la disposición del sujeto a renunciar a sus creencias cuando terminan demostrándose como creencias falsas. Es la actitud de respeto que el sujeto tiene frente a la evidencia, porque es la evidencia la que determina nuestro derecho a seguir manteniendo nuestras creencias o a renunciar a ellas. 

Sin embargo los creyentes tienen una forma muy particular de ver la humildad epistémica y de promoverla. Cuando ellos se refieren al ser humano como un ser susceptible al error, cuando afirman que las facultades racionales del ser humano no son infalibles; no lo hacen precisamente para promover una actitud abierta a reconocer los errores. Lo hacen para generar una actitud de apego a creencias sin evidencias; desprestigiando las evidencias que las contradice para negarse al abandono de creencias sin apoyo probatorio. Por eso la falsa humildad es una cualidad muy útil sobre todo si se trata de negarnos rotundamente a reconocer que estamos equivocados. 

viernes, 21 de septiembre de 2012

Mahoma y la hipersensibilidad religiosa



En mí país algunos personajes de opinión han expresado su indignación por la película titulada “La inocencia de los musulmanes” producida por Sam Bacile un judío israelí-estadounidense. Los medios de comunicación afirman que la película a desatado manifestaciones violentas dando lugar  a los últimos ataques en las embajadas de EE.UU en Libia, Egipto, Pakistán y otros países, que dejan como resultado más de 30 muertos entre ellos el diplomático Chris Stevens y tres norteamericanos.

Estos hechos son muy difíciles de comprender debido a la complejidad de  la realidad en Medio Oriente. Las secuelas de la llamada primavera árabe que hacen caer gobiernos y que abren paso para que diversos intereses económicos, políticos y religiosos puedan tener lugar en sus sociedades. La fragilidad e inestabilidad de esos Estados que hace que cualquier manifestación sea utilizada como escusa o detonante para dar un gran golpe y hace caer cualquier forma de gobierno. También hay que tener en cuenta la actual campaña electoral de EE.UU y la manera como se pone a prueba la actuación de Obama en cuanto a política interna y externa.


Pese a todo esto, los medios de comunicación manejan dos hipótesis: la primera, que los ataques a las embajadas norteamericanas son producto de la celebración del aniversario de los atentados terroristas del 11 de septiembre. La segunda, que los ataques se dieron como reacción a la película de Sam Bacile.

En estas circunstancias los religiosos extremistas exigen la prohibición del film y piden que se encarcele a todos los cómplices del mismo. Según ellos la blasfemia debería ser un crimen en occidente. Aquí hay eco de esa indignación y se abre de nuevo el debate sobre sí la libertad de expresión debe tener o no límites. Al parecer quienes le dan éste enfoque a la situación están más indignados por la película que por las victimas de las protestas en Oriente Medio. En lugar de repudiar las reacciones violentas y exageradas del fundamentalismo religioso, se habla de lo irrespetuosa que resulta la película para el Islam y de lo inaceptable que es que insulten a Mahoma, una figura religiosa de gran importancia para esa parte del mundo.

Algunos religiosos defienden la idea de que la libertad de expresión debe limitarse cuando se incita al odio religioso. Ellos afirman que el odio religioso se promueve cuando se ofenden a figuras e iconos de la religión. Cuando la libertad de expresión se convierte en provocación e incitación a la violencia, la libertad de expresión debe restringirse. Basados en éstas ideas y ante el crecimiento de la violencia exigen que el video se prohíba en internet. La censura y la penalización de estas conductas es según ellos la respuesta a la intolerancia religiosa.


Frente a  todo esto yo tengo que decir tres cosas: la primera, es increíble como muchas de las opiniones que hablan de tolerancia promueven la hipersensibilidad en relación a temas religiosos. Cuando convierten en un tabú cualquier referencia a la religión, hacen aceptable su extrema sensibilidad. Lo sagrado entonces es sinónimo de aversión a la crítica, ya que toda opinión que disienta de sus creencias es leída como agresión personal o intolerancia. Una de las tantas maneras que tiene la religión de inmunizar a sus fieles de la duda.

La segunda, convertir en agresión cualquier objeción a la religión victimiza a los violentos manifestantes. Según ellos, algunas figuras religiosas son tan sagradas que es comprensible la reacción de algunos musulmanes en Oriente Medio. Con esa lógica si algo es supremamente sagrado entonces cualquier reacción violenta es aceptable. La sensibilidad religiosa es muy delicada y los inocentes angelitos no tuvieron otra opción que dejarse invadir por la ira santa. Pero claro, la religión en general goza de muchos privilegios y como la violencia proviene de un grupo religioso, entonces eso significa que debemos ver la violencia con una mirada más flexible. Esa defensa de la hipersensibilidad religiosa  no hace otra cosa que promover la intolerancia.

No estoy dispuesto a la defensa de la hipersensibilidad extrema en ningún tema. Todos tenemos derecho a sentirnos indignados por una opinión o por lo que sea, pero expresar la indignación con violencia es inaceptable por más  ofensivo, grosero y aborrecible que sea el mensaje; y por más sagrado que sea el icono ofendido.

La tercera, la película  puede ser vulgar, grosera y de mal gusto. Quien quiera manifestar su opinión de indignación pacíficamente lo puede hacer, pero pedir que la prohíban pone en riesgo nuestro derecho a disentir y expresar nuestra opinión. El problema con la censura es que puede terminar metiendo todo tipo de comentario y crítica en el mismo saco que éste deplorable video.  Hay que tener muy presente que no son solo los insultos los que indignan a la gente, también la verdad puede provocar molestias e incomodidad. La verdad también puede enfurecer.

Así las cosas ¿Quién va a decidir que es una ofensa y qué no lo es?, ¿quién va a decidir sí una opinión es una critica o un insulto que incita a la violencia?   Al parecer algunos creyentes occidentales piensan que la última palabra la tienen en Oriente Medio. Les parece aceptable que se promueva el respeto por medio del chantaje de la violencia. A este ritmo terminaremos todos silenciados o en la cárcel.

Ahora estaremos a la merced de la sensibilidad de los extremistas. Tendremos que callarnos para que allá no encuentren una escusa para aniquilarse entre ellos. Claro, como algunos no pueden renunciar a la violencia para expresar su indignación, entonces primero debemos consultar con ellos antes de expresar cualquier opinión.

Si sedemos nuestra libertad de expresarnos y de disentir de la opinión de otros; no solo terminaremos pidiéndoles permiso sobre que podemos opinar sino que también que ropa debemos vestir, que libros debemos leer y que música debemos escuchar; no sea que en el futuro nuestra forma de vida les resulte demasiado ofensiva y reaccionen violentamente por ello. 

lunes, 13 de agosto de 2012

Abraham el padre de la fe


Introducción
En esta oportunidad abordaremos un texto bíblico que suele ser muy representativo para algunos creyentes en relación a lo que concierne al tema de la fe. Se trata del texto que hace referencia al intento de sacrificio de Isaac (1).  En el presente escrito argumentaré que el texto bíblico presenta varios problemas de los cuales abordaré tres: I) problemas de tipo epistemológico, II) problemas de coherencia y finalmente III) problemas de tipo moral.


I) Problema epistémico
Si analizamos el texto bíblico desde una perspectiva epistémica, nos daremos cuenta que hay una intención de promover una política de desprestigio contra la razón y contra todo aquel que no acepte un estado de sometimiento total a la autoridad divina. El texto bíblico sugiere que es un error la crítica racional. Cualquier mínima manifestación de  duda o crítica es vista como un acto de desobediencia hacia Dios. Dudar es algo soberbio que muestra una grosera desconfianza hacia Dios. En resumen pensar críticamente está mal.
Ahora bien, ante el objetivo intelectual de buscar la verdad y evitar creer cosas falsas, no hay peor forma de proceder que como lo hace el personaje de este texto. La fe es un mal compañero de viaje hacia el camino del conocimiento; cuando se suprime la duda y la crítica racional se es más susceptible al autoengaño, a creer cosas falsas y perjudiciales tanto para los demás como para uno mismo.
II) Problema de coherencia
El texto también contiene problemas de coherencia en relación a la definición tradicional de Dios como un ser moralmente perfecto, ¿Cómo un Dios moralmente perfecto podría ordenar que se sacrifique a un ser humano? Un Dios moralmente perfecto no puede cometer actos inmorales, no puede ordenar que se hagan actos inmorales y mucho menos puede recompensar acciones inmorales. Dado que lo hace, hay una flagrante contradicción con el atributo de Dios como un ser moralmente perfecto.

Por otro lado, el atributo de Dios como un ser omnisciente es incongruente,  en el texto bíblico se muestra a Dios probando a Abraham. Si Dios lo sabe todo, es decir, si Dios posee todo el conocimiento existente, entonces Dios debe saber si su siervo Abraham tiene fe en él y si será obediente. Pero lo que sugiere el texto bíblico es que Dios ignora si  Abraham tendrá fe y  si será obediente. Lo que hace que Dios le ordene a Abraham sacrificar a su hijo para poder saberlo.  Lo anterior supone que Dios no lo sabe todo, cosa que es inconsistente con el concepto tradicional de Dios como un ser omnisciente.    
III) Problemas de tipo moral
Es curioso que cuando se hace referencia a este texto bíblico se hable de lo heroico que resulta el comportamiento de Abraham, su fe, su obediencia, su gran capacidad para dejarlo todo en nombre de Dios y con esto se oculte un hecho grave: el intento de asesinato de un ser humano.
Lo primero que hay que señalar es que ordenar asesinar a alguien como prueba de lealtad y obediencia es algo inmoral. No podemos considerar  aceptable que alguien nos mande asesinar un ser querido como prueba de lealtad. Ni el amor, ni la amistad, ni el poder, ni la  autoridad de un líder religioso justifica moralmente el asesinato de un ser querido. Hay que ser muy insensibles moralmente hablando para considerar esto como una orden que no entra en contradicción con lo que consideramos correcto moralmente.
Resulta también inmoral que alguien obedezca ciegamente ese tipo de orden. Abraham no protesta, no se pregunta si es correcto o no actuar así; él sólo se limita a ejecutar la acción. La idea de fe que se expone en el relato no es otra cosa que obediencia ciega, que supone que debemos actuar acríticamente aunque la orden nos parezca irracional. Se nos está sugiriendo que actuemos a pesar de que la acción que se nos ordena nos parezca incorrecta. La idea de pensar o reflexionar antes de actuar queda en desprestigio, ya que se ve como algo virtuoso ser un autómata.
Otro error grave es que algo que es inmoral lo muestren como algo bueno y digno de imitar.  Este relato es promovido como un comportamiento épico. Abraham  es el ideal al que deben aspirar todos los fieles. Sin embargo, ¿Una persona moralmente ejemplar obedecería una orden inmoral? ¿Una persona que es capaz de asesinar a su hijo es un modelo ético a seguir? ¿Realmente es deseable que todos los seres humanos actuemos como Abraham?
Muchos casos reales de personas que imitan a Abraham han ocurrido. Personas que escuchan una voz en su cabeza que les ordena que sacrifiquen a su hijo; lo único diferente es que en esas desafortunadas historias nunca aparece un carnerito que pueda remplazar al niño, no aparece nunca un ángel que detenga la mano de su victimario. Casos de padres que asesinan a sus hijos porque una voz les revela que son la reencarnación del demonio. (2) Otros que evitan someter a tratamiento médico a sus hijos gravemente enfermos porque piensan que milagrosamente Dios los sanará. Creen que la enfermedad de su hijo es una prueba que Dios les puso para probar su confianza en él. Tratar médicamente a su hijo es una muestra de falta de fe. Por obvias razones sus hijos mueren (3). También, padres que le sacan los ojos a sus hijos por no cerrarlos cuando rezan (4); o personas que creen que el sacrificio de niños trae fortuna y pagan a brujos para que hagan el ritual (5)  Con todo, es claro que este tipo de comportamiento no es digno de imitar  
Es también reprochable que el comportamiento inmoral de Abraham  sea recompensado. Recompensar acciones es incentivar con premios a los demás para que imiten ese comportamiento. ¿Cómo es posible que se premien acciones incorrectas para que los demás la imiten? Además, la idea de hacer cualquier cosa así esta sea asesinar a alguien para que Dios nos recompense es algo egoísta. Actuar sólo por recompensas divinas es propio de sujetos motivados exclusivamente por el interés propio y en el de nadie más. Esto no es más que egoísmo: si tengo que tomar la vida del prójimo para causar una buena impresión de Dios y además ser recompensado, lo haré sin ningún problema.
Otro problema es que se relativiza la moral. Si se cree que Dios es la única y exclusiva fuente de la moralidad entonces todo lo que él me ordene hacer es bueno y todo lo que me prohíba hacer es malo. En ese orden de ideas, si en uno de esos caprichos divinos Dios nos ordena sacrificar a un ser querido eso será bueno porque él lo ordena, lo que nos lleva a la paradoja siguiente: Dios puede ordenarnos hacer acciones que por sentido común son inmorales, pero que por el hecho de que él las ordene deberán ser vistas como correctas. Así las cosas, nos vemos obligados según esa lógica perversa a valorar acciones incorrectas como acciones buenas.  Por eso vale la pena mencionar la frase famosa: no somos seres morales por Dios, somos seres morales a pesar de Dios.
Para finalizar abordemos la objeción más predecible, ¿el hecho de que Dios no haya permitido que Abraham sacrificara a Isaac hace que las anteriores acusaciones sean menos graves? Si un terrorista desea matar a una multitud de gente en un teatro y se traba su rifle eso no cambia nada su carácter moral. O si a éste sujeto el jefe le ordenara cancelar el ataque, eso no lo hace más bueno o menos malo. Sigue siendo un sujeto que intento matar a mucha gente.  Además, hay que recordar que en el texto bíblico no ocurre que Abraham se arrepienta de lo que va hacer porque se da cuenta que es incorrecto hacerlo. Pasa otra cosa muy distinta, se detiene porque Dios se lo ordena. Dios lo detiene, no porque considere que está mal sacrificar niños en su nombre, sino porque logra probar que Abraham es capaz de hacer cualquier cosa que él le ordene, desde sacrificar niños hasta chocar aviones en rascacielos.  
Notas
(1). Génesis 22: 1-18    

viernes, 22 de junio de 2012

La carga de la prueba y la ausencia de creencia



En el debate sobre la carga de la prueba algunos ateos afirman que no tienen el deber de demostrar que Dios no existe, para ello utilizan una variedad de razones entre ellas la de la ausencia de creencia.

El ateísmo entendido como ausencia de creencia significa que es una no creencia frente a las afirmaciones del teísmo. Según esta concepción,  el ateo solo señala que las razones dadas por los creyentes para justificar su creencia son malas razones y no afirma nada más allá de eso. En otras palabras, el ateísmo no es una creencia o una posición, es más bien una ausencia de creencia por lo que no requiere de evidencias o pruebas.


Las únicas tres posibles actitudes hacia una creencia son tres: creer que (p), creer que (no-p) y suspender el juicio respecto a (p) y (no-p). Así las cosas, las opciones en relación al tema de la existencia de Dios son: el que cree que Dios existe (D), el que cree que Dios no existe (no-D), y el que suspende el juicio en relación a la existencia y no existencia de Dios.

Si el ateísmo no tiene creencia alguna con respecto a (D) o (no-D) entonces su actitud va más acorde con una suspensión del juicio; lo que convierte a este tipo de ateísmo en  agnosticismo, cosa que resulta extraña. ¿Qué diferencia existiría entonces entre un ateo y un agnóstico si se asume el ateísmo como una ausencia de creencia?

El agnóstico también debe rendir cuentas

Cuando valoramos las actitudes de un sujeto frente a una creencia, estamos evaluando que actitud es la más correcta, que actitud se justifica más, que actitud es más racional. Ello lo hacemos basados en las evidencias y razones de las que dispone el sujeto para justificar su actitud.
Lo anterior supone que las tres posibles actitudes  son susceptibles de evaluación, esto es, se les puede exigir justificación: al que cree en (p), al que  cree en (no-p)  y cuando se suspende el juicio en relación a (p) y (no-p).

En ese orden de ideas, para que mi creencia en (D) o en (no-D) este justificada debe estar apoyada en buenas evidencias que indiquen que hay mejore razones para creer que (D) o que hay mejores razones para creer que (no-D). Ahora en lo que respecta a la suspensión del juicio hay que tener también buenas razones. El agnóstico no está exento de que se le exijan evidencias en relación a su posición.

Para que la suspensión del juicio sea la actitud correcta, el sujeto debe justificar porque considera que las razones dadas para creer en (D) y las razones dadas para creer en (no-D) son insuficientes. El agnóstico debe poder probar que tanto el creyente como el no creyente están en una posición de empate, es decir, que ninguno de los dos posee mejores razones que el otro y que por lo tanto la mejor actitud es suspender el juicio respecto a (D) y (no-D). 


En resumen, no creo que asumir el ateísmo como una ausencia de creencia sea una buena razón para evadir la carga de la prueba, ya que esa posición tiene como consecuencia un agnosticismo que no esta exento de la exigencia de justificación. 

viernes, 15 de junio de 2012

La carga de la prueba y el principio de lo extraordinario


Esta reflexión surgió  a propósito del texto de Carmen Chase  La carga de la prueba para un Dios que da lugar a una sugerente discusión sobre el tema. Hay que aclarar que la autora está de acuerdo en que tanto el ateo como el teísta pueden asumir la carga de la prueba.

El debate sobre la carga de la prueba se centra en la disputa sobre quién tiene la obligación intelectual de probar lo que sostiene ¿Debe el teísta asumir el desafío de probar lo que cree o es el ateo el que tiene esa obligación?

Algunos ateos intentan defender que no tienen el deber de demostrar que Dios no existe, para ello utilizan una variedad de razones de las cuales sólo evaluaremos el siguiente principio "lo normal se presume, lo extraordinario se debe probar". Aquí argumentaré que tal principio no es una buena razón o estrategia para que el ateo pueda  evadir la carga de la prueba



En su texto Chase afirma lo siguiente: lo normal se presume, lo extraordinario se debe probar.  Quien hace afirmaciones insólitas, extraordinarias tiene la obligación intelectual de probarlas, no quien las cuestiona. Por el contrario, las afirmaciones ordinarias o normales no se cuestionan ni se les exigen pruebas porque concuerdan con nuestras experiencias cotidianas y con el conocimiento vigente.  El teísmo hace afirmaciones extraordinarias, por lo tanto es el teísta el que tiene la obligación de probar. 

El problema con este principio enunciado por la autora  es que es muy general. Lo normal  y lo extraordinario es algo que puede ser relativo a cada contexto. Normal puede ser interpretado como: lo que la mayoría de la gente cree, el sentido común, lo tradicional, lo que nos enseñaron nuestros padres, maestros, sacerdotes. Y aunque la autora parece afirmar que lo normal hace referencia al conocimiento científico; normal no es para todo el mundo el conocimiento científico y más aún puede ser todo lo contrario. Veamos un ejemplo:


En  una comunidad X los conocimientos vigentes afirman que  la tierra es inmóvil, que es el centro del universo y que todos los planetas giran alrededor de ella. Sí aplicamos el principio "lo normal se presume, lo extraordinario se debe probar", toda afirmación acorde a esos “conocimientos” será normal  y no se exigirá prueba alguna. No obstante, si un sujeto de esa comunidad afirma que la tierra se mueve, que la tierra no es el centro del universo y que los planetas incluidos la tierra se mueven alrededor del sol; entonces en ese contexto las afirmaciones hechas por ese sujeto serán extraordinarias, insólitas  y según el principio mencionado arriba sus afirmaciones deberán ser probadas.

El ejemplo anterior muestra que no porque determinadas afirmaciones en un contexto concuerden con lo que se denomina normal, quiere decir que están exentas de la carga de la prueba; ya que en otros contextos eso que denominamos una afirmación normal puede ser extraordinaria y entonces vernos obligados a probarla. Cuando en un contexto lo que creemos va en contra de la corriente sólo eso es necesario para que seamos nosotros los que debamos asumir el deber de probar.

También se puede observar que una afirmación extraordinaria no siempre es sinónimo de una afirmación falsa y una afirmación normal no siempre es sinónimo de verdad como parecen muchos suponer cuando citan el principio. Una creencia falsa puede ser tenida por una comunidad como verdadera y por lo tanto como algo normal, aceptable y por ello no surgirá la necesidad de probarla; también por más verdadera que sea una afirmación eso no será suficiente para evitar la carga de la  prueba. Con todo, la verdad o la falsedad de una afirmación no determina quien tiene el deber de probar.

Otro punto a señalar es que las discusiones informales generalmente no siguen procedimiento alguno. En un contexto específico a veces por el desconocimiento de algunos pocos, un sujeto que sabe, se ve obligado a cargar con la obligación de probar sus afirmaciones e informar a los que las ignoran por más que esas afirmaciones sean normales o comunes para la mayoría de esa comunidad. 

Igualmente, a veces los que cuestionamos algunas afirmaciones nos vemos obligados a demostrar porque sostener x afirmación es un error. No siempre los que cuestionan afirmaciones están exentos de demostrar la falsedad de las mismas. A veces para promover el conocimiento y hacerle frente a la superstición, la credulidad y la desinformación se debe asumir el peso de la carga de la prueba.

Referencias
Chase Carmen, La carga de la prueba para un Dios en: http://www.ateismopositivo.com.ar/